Las oleadas inmigratorias españolas llegadas a nuestro país fueron portadoras de numerosas tradiciones religiosas que se involucraron en la cultura autóctona, produciéndose de esa manera un enriquecimiento en las particularidades piadosas de la población criolla.
San Juan, provincia de significativa raigambre hispánica, despliega numerosos ejemplos. Como muestra de lo expresado existen numerosas latrías o festividades de origen peninsular. Una de ellas es la denominada “La Cruz de Mayo”, antigua práctica religiosa andaluza, instituida por el Círculo Andaluz. Esta es una fiesta celebrada luego de Semana Santa, en las Pascuas de Resurrección. En la ocasión se prepara por la colectividad una inmensa cruz cubierta de flores-rojas y blancas-hechas de papel, simbolizando la alegría pascual. Conjuntamente se realiza una gran cena con comidas representativas, acompañadas de danzas españolas.
También es de origen español el culto que la comunidad de Médano de Oro le rinde a “Nuestra Señora de la Fuente” o la “Virgen del Agua”. La gente de Villa Bolaños -sitio principal de la localidad- ha erigido una bonita capilla, aunque el culto nació décadas pasadas, promovida principalmente por doña Clemencia Linares. Según sus creyentes la devoción es oriunda del municipio de Villalonga, situado en Valencia. El templo es el único de San Juan que ostenta esta advocación mariana.
Otro ejemplo es la piedad que numerosos españoles le rinden al “Santo Cristo” o “Cristo de la Hiedra”. Es un culto de tipo doméstico que aún pervive, esencialmente en departamentos como Pocito o Chimbas, donde se asentaron numerosas familias hispánicas. La festividad se celebra en el mes de septiembre y tiene como objetivo principal recordar el lejano terruño. Consiste en el rezo del Santo Rosario, se entonan cánticos sacros y además se acostumbra a preparar comidas características, congregando a los miembros de la colectividad. Generalmente sus devotos son oriundos de la región serrana española, asentados en los llamados “cortijos”, pequeñas granjas dispersas en los montes. A través de estas exteriorizaciones religiosas, los grupos ibéricos evocan su procedencia, alimentan su identidad y refuerzan entre ellos lazos solidarios, como consecuencia del desarraigo producido por el distanciamiento geográfico.
Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia

