La pregunta por quién soy yo puede llevar a qué es la existencia. Al querer entender la existencia aparece la referencia a la propia identidad.
Heiddeger desde la filosofía existencial habla de quién soy yo, distinguiendo entre sí mismo y sí mismo propio, este expresaría su identidad como una forma de responder la pregunta por el quién.
Plantea el tema en Ser y Tiempo, en el análisis de la existencia aparece la pregunta ¿quién soy? no tan fácil de contestar.
La reflexión se centra ahora en cual es mi verdadera identidad. Cuando creo que soy yo, que lo que hago se ajusta a lo que soy, a mi interioridad, podría equivocarme.
El conocimiento de sí mismo puede estar influenciado por lo que en ese libro se llama el “uno”, el término medio que nivela estableciendo un modo de ser común, uno hace lo mismo que los otros, lo que puede ocultar la singularidad, los modos de ser que pondrían caracterizar su inidividualidad, su identidad.
Detrás de una pregonada libertad, que puede negar límites naturales, propios de la condición humana, hay una dependencia del término medio que nivela. Lo que puede sobresalir se aplana. Así no es sí mismo propio, está envuelto en estereotipos que ponen límites.
En la situación que me toca enfrentar, soy yo o creo serlo y me equivoco.
Se había preguntado por el quién, este ahora aparece como cualquiera, “uno”; no hay excepción ni originalidad; aún si está actuando como sí mismo, este está absorbido en el “uno”, en esa nivelación; en lo que hacen los otros.
En la situación descripta como aplanamiento, en la cual no se es el sí mismo propio, soy yo, pero un yo que no se conoce a sí mismo, o el sí mismo está configurado por los otros, cuando el otro es cualquiera. Eso hasta que algo me haga ver que puedo ser de otra manera, que tengo habitualidades que no me favorecen, en el sentido de que no me muestro como soy o como quién soy.
Soy yo, pero un yo que no se conoce a sí mismo; o su sí mismo está configurado por los otros, mediado por “el uno”; hasta que algo me haga ver que puedo y debo ser de otra manera, que tengo habitualidades, formas de ser o hacer, que no me favorecen, en el sentido de que no muestro quién soy o como soy.
Se puede decir que no ocupo mi lugar aunque esté físicamente, pero no con las vivencias que tendría siendo mi sí mismo propio.
Pero se puede salir de ese estado, del aplanamiento en que está en el término medio; encontrándose a sí mismo, entonces el yo deja formas de ser impropias que configuran una identidad no acorde con su interioridad, un sí mismo pautado por la medianía, haciendo lo que otros hacen. Una vez que se reconoce a sí mismo como quién es, encuentra el sí mismo propio.
Hay formas de advertir si actuamos como somos o estamos imitando lo que se ve, aunque no sea imitación de alguien determinado, sino lo que se ve. Si nos miramos a nosotros mismos podemos ver algo que no es de nuestro sí mismo, Heiddeger, op. cit., dice que el encuentro con el si mismo propio es una modificación del uno, no un desprendimiento de este.
Sí la pregunta ¿quién soy? se refiere a la cotidianidad, puede responderse: soy mi sí mismo configurado en el “uno”. He dicho algo de mi, no la mismidad de mi ser propio. Para eso tengo que referirme a mi sí mismo propio, ya no en el aplanamiento del “uno”, ese sí mismo se ha configurado en la modificación del uno, soy yo. Ese análisis puede aplicarse para entender situaciones de nuestra existencia.
Por el Prof. Manuel Castillo
Doctor en Filosofía y docente

