Pasa en diversos órdenes de las interacciones sociales, que se deforma el concepto de la llamada “suma cero”, cayendo en el error de pensar que si uno gana, es a costillas de otro, que sería el perdedor. En esa mezcla de intereses cruzados, en lugar de favorecer a ambos por igual, en una especie de colaboración mutua, sobrevienen por lo contrario una serie de conflictos, de orden sicológico, doctrinario, ideológico, económico, a la vez combinado con sentimientos negativos, como la envidia o el resentimiento.

De modo que el exitoso en sus negocios, la medida de sus ganancias es exactamente igual a la pérdida que otros sufren. Se crea así el clima perfecto para que venga una especie de “gran hermano” (¿el Estado?) a poner orden y quitarle a uno para reponer al otro, de modo que nadie ascienda en la escala social y “seamos todos iguales”. Uniformemente iguales. Con la peligrosa derivación de que nos convirtamos en uniformemente pobres.

En lugar de lamentar que al otro le vaya bien (resentimiento), el hombre razonable piensa en qué hacer para que a él también le vaya bien. En mayor o menor medida, pero integrándose de un circulo virtuoso donde todos sumamos positivamente

Descalificar al Capital
Esto no ignora que el mundo estuvo, y está, plagado de hechos que implicaron una ignominiosa explotación del hombre por el hombre, que abrieron paso a una corriente que, desde Marx para acá, culminaron finalmente por descalificar al Capital, que sería el causante de esos desequilibrios.

Así, las experiencias capitalistas en el mundo fueron combatidas, incluso con el uso de armas, y cuestionaron su decisiva participación en el explosivo desarrollo de las economías mundiales a partir de la revolución industrial, que dividió a los países en desarrollados o subdesarrollados.

La distorsión del “suma cero”, crea una “lógica”, que ha beneficiado a quienes les encanta repartir lo que otros han creado. Y tiene consecuencias nefastas para cualquier sociedad, porque quita los incentivos para superarse, ser eficiente, ser creativo, anula el objetivo de buscar nuevas oportunidades. Lo esperable es que ese ser que tiene tales ideas, se vaya a otro lado a aplicarlas, porque en la sociedad donde vive, el mérito es considerado una mala palabra, promotora de desigualdades y otros desquicios.

Luego, y como derivación de estos errores, en el orden del cotejo de intereses, en lugar de beneficiarse ambos, ninguno estará dispuesto a hacer concesiones porque sería aceptar, muy a su pesar, que el otro “gane”. El concepto clave es que ambas partes, cada cual defendiendo sus intereses, competencia, finalmente se potencien.

Es la ecuación costos vs. beneficios, que el hábil negociante debe tener muy en claro, para saber en qué momento debe ceder a la espera de su oportunidad. Esta deformación del “suma cero” suele imperar en varios órdenes de la vida social, por ejemplo en la política, expresada en los Congresos, donde supuestamente se delibera en representación de los ciudadanos.

Oficialismo y oposición en pugna
El oficialismo propone y la oposición, casi por definición, “debe” oponerse. No es que el oficialismo acierte en todas sus propuestas, pero las hay que son rescatables y que a lo largo pueden beneficiar al conjunto de la sociedad. Pero se rechazan, por puro egoísmo y especulación. Porque de aprobarlas, sería cederle una primacía a ese oficialismo. Entonces “voto en contra”.

En lugar de lamentar que al otro le vaya bien (resentimiento), el hombre razonable piensa en qué hacer para que a él también le vaya bien. En mayor o menor medida, pero integrándose de un circulo virtuoso donde todos sumamos positivamente, dejando la inacción para los mediocres, que se refugian en una actitud de víctima, a la espera que el “gran hermano” le solucione sus carencias. El punto sería entonces no quitar para dar, sino en agrandar la torta.

Cada vez que voy al Centro Cívico, por ejemplo, y veo la cantidad de vendedores ambulantes, uno al lado de otro, soportando el frío y las adversidades, ofreciendo tortitas, dulces, empanadas, o hasta prendas de vestir, y otros haciéndolo oficina por oficina, pienso que no todo está perdido y allí, en el prototipo de ese grupo de pequeños emprendedores, se fundamenta la esperanza de que existe un futuro mejor para nuestra Patria.

Por Orlando Navarro
Periodista