Luego de la derrota electoral sufrida por el presidente Javier Milei y la fuerza política que preside su hermana Karina Milei, ha dicho en su discurso que el rumbo y el plan económico no se tocan y surge la incógnita de a qué plan se refiere, porque el conjunto de medidas hasta ahora tomadas son sólo artilugios financieros, ya probados en nuestro país y en el mundo, siempre con el mismo resultado: ¡el fracaso total! Pasamos a analizarlo:

La baja de la inflación con recesión
La inflación desbocada a la que nos había condenado el gobierno de Alberto Fernández y su ministro de economía, Sergio Massa, con el plan “platita”, esto es con emisión irresponsable de dinero sin límite y sin importar las consecuencias, ha conseguido ser frenada por Milei con recesión, bajo el lema de que “el superávit fiscal no se negocia” y para ello ha paralizado la obra pública en vez de auditarla, suprimiendo todo tipo de gasto sin discriminación, prioridad ni selección alguna, impactando injustamente en sectores desprotegidos como los jubilados y los discapacitados. Al respecto no se elaboró ningún plan.

Tasa de interés y estabilidad del dólar
Al mismo tiempo que se imponía la recesión como receta antinflacionaria se persiguió “congelar” al dólar mediante el remanido recurso de la tasa de interés como si ambos jugaran en una “maroma” o “sube y baja”, esa tabla con dos asientos, uno en cada punta con la que juegan los niños en las plazas. En una punta, el dólar, en la otra las tasas de interés. Si las segundas son altas, tan altas que superen la inflación y la expectativa de inflación futura, ya sea a corto o a largo plazo, la gente se desprenderá de los dólares y pondrá su dinero a plazo fijo o alguna otra forma de inversión en pesos, en tanto esta constante se mantenga. La tasa de interés la maneja el Banco Central a través de dos instrumentos: la tasa de interés de referencia que utiliza para los redescuentos de los bancos por ser el “banco de los bancos” con jurisdicción de autoridad monetaria, que la puede subir o bajar según lo disponga y “los efectivos mínimos” que es el dinero de los depósitos no prestables que los bancos deben mantener inmovilizados, por los cuales también el Banco Central debe compensar, con el objeto de “secar” la plaza de pesos para que no se vayan al dólar, creando la ilusión de que los argentinos nos hemos vuelto ricos de repente y por arte de magia: viajamos al exterior, compramos de todo más barato, gozamos de vacaciones al mismo precio que si las tomáramos dentro del país, y todo otro efecto que nos crea el sueño de una felicidad ficticia, pero a su vez ¿para cuántos? ¿y en desmedro de cuántos más? ¿quiénes y cuántos pueden utilizar y beneficiarse de este artilugio pasajero? La respuesta a esta pregunta nos debe hacer ver que estas medidas no son una solución sino un hara-kiri.

La realidad y el falso discurso
Bajo las condiciones previamente expuestas, más diseñadas por especuladores financieros y agentes de bolsa que por economistas, es obvio que asistimos a un panorama desolador con gran sufrimiento para la población con caída de la inversión y el empleo, mientras miden la “salida de la pobreza” comparando los ingresos anteriores en dólares, aduciendo que ahora la gente cobra más dólares que antes, mientras ese dólar con el que el gobierno mide, lo mantiene planchado con las altísimas tasas de interés a las que se ha hecho referencia e incluso vendiendo dólares de las reservas que necesita acumular para cumplir con los compromisos contraídos y solventar la solidez monetaria del país. ¡Una locura!

Conclusión y alternativa del gobierno
Nada de lo que dice el gobierno es verdad y a ello se le han sumado los hechos de corrupción que han trascendido: cobrar las entrevistas presidenciales, la estafa $LIBRA y las coimas con los remedios de los discapacitados sin dar respuesta coherente alguna en su defensa, queriendo en cambio, “matar al mensajero”, es decir persiguiendo a los periodistas que han investigado, descubierto y difundido estos hechos, lo cual ha llevado al fracaso en estas elecciones que se puede repetir en las del mes de octubre.

¿Qué alternativa le queda al gobierno entonces?
Hacer lo que prometió: terminar con la corrupción y muy especialmente la de su entorno y aplicar “la motosierra” en todo gasto superfluo del Estado, suprimiendo todo organismo innecesario, asesores, consultores y todo otro invento de la burocracia, incluso en el servicio exterior y proporcionando el gasto público al producto bruto total del país, cuya relación no debe superar el dieciocho por ciento en total, priorizando la salud, la educación y la seguridad y lo demásà cuando haya plata. Hasta ahora todo ha sido más discurso que realidad, mucho ruido de cáscaras y pocas nueces con el cual el gobierno de Milei ha pretendido vender una ficción que la gente no se la ha creído.

  • ¿Cómo han impactado estas medidas en la población?
    Como se tratan más de artilugios financieros que de medidas económicas de fondo, el impacto en la población, en general, es el que todos observan. En la especulación financiera ¡siempre! que alguien gana es porque otros pierden, produciéndose una transferencia de riquezas sin causa y sin sentido, mientras en un programa de verdadera estabilidad económica que facilite y promueva la inversión, “cuando alguien gana ¡todos ganan!” por los efectos reales y multiplicadores de la inversión y el gasto, entendiendo este gasto equivalente a la capacidad de oferta de cada uno. Esto último responde a una ley económica que incluso Perón supo utilizar alguna vez con su frase: “En este país, para que funcione, cada argentino debe producir, por lo menos, lo que consume” y mejor que él, todavía, lo dijo San Pablo hace dos mil años: “El que no quiere trabajar que tampoco coma”. La recesión adoptada como instrumento del “plan económico de Milei” ha motivado que la “utilidad marginal por peso” que es la disponibilidad del ingreso que cada cual tiene luego de satisfacer sus necesidades básicas, sea tan baja o escasa, que muchas actividades hayan caído en desgracia obligando a su cierre, como kioscos, restaurantes, confiterías, a lo que se le suma la apertura irrestricta de las importaciones para “dominar los precios internos” que no dependen del fabricante ni del comerciante sino del “costo argentino” que no es otro que el costo de la política y sus despilfarros en las espaldas de cada habitante de nuestro país que viva del trabajo productivo, saqueado a través de impuestos exorbitantes, retenciones, tasas por servicios inventadas e ingresos brutos, entre otros, a lo que se le suma el costo financiero de las altísimas tasas de interés, que afecta también a los consumidores que utilizan el crédito y las tarjetas que no logran pagar a fin de mes.

 

Por Oscar Adarvez 
Abogado con estudios avanzados en economía en la Universidad Nacional de Córdoba, periodista económico, miembro de AIPET (Asociación Internacional de Periodistas Especializados y Técnicos).