La alergia es una reacción anómala del sistema inmunológico frente a sustancias externas conocidas como alérgenos, tales como el polen, los ácaros del polvo, ciertos alimentos, medicamentos o animales. Lejos de ser una condición menor, las alergias van en aumento año tras año.
Se estima que más de 8 millones de personas viven con algún tipo de alergia, de acuerdo a la Asociación Argentina de Alergia (AAAeIC); y según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 30% de la población mundial podría presentar alguna manifestación alérgica. Entre las causas que podrían explicar este crecimiento se encuentran la predisposición genética, el cambio climático y la contaminación ambiental.
En Argentina, los pólenes que generan con mayor frecuencia síntomas alérgicos son los de las gramíneas, el olivo, el árbol del plátano y las cupresáceas. En cuanto a los alimentos, los más asociados a reacciones alérgicas en la infancia son la leche y el huevo, mientras que en adultos predominan los frutos secos, los mariscos y ciertos alimentos de origen vegetal. También existen reacciones a medicamentos, especialmente a los antiinflamatorios no esteroideos y a los antibióticos del grupo de los beta-lactámicos, como la penicilina.
Los síntomas
Los síntomas pueden ser muy variados y afectar distintas partes del cuerpo: en la nariz se manifiestan con goteo, congestión, estornudos y picazón; en los ojos con enrojecimiento, lagrimeo y sensación de arenilla; en la piel con erupciones, urticaria, ampollas o inflamación de labios y párpados. También puede haber síntomas respiratorios como tos, sibilancias o dificultad para respirar; síntomas gastrointestinales como dolor abdominal, vómitos o diarrea; molestias musculares o debilidad generalizada; picazón en la garganta e irritación en los oídos.
En casos más graves, la reacción alérgica puede derivar en una crisis severa o shock anafiláctico, caracterizado por inflamación generalizada, dificultad respiratoria, caída de la presión arterial, pérdida de conciencia y, en ausencia de atención inmediata, riesgo de muerte.
La detección temprana es fundamental para poder tratar y controlar esta condición. Para ello, el alergista puede indicar pruebas cutáneas como el “prick test”, en las que se aplica una pequeña cantidad del alérgeno sobre la piel del antebrazo para observar la reacción.
También se pueden realizar análisis de sangre que miden los niveles de anticuerpos IgE (inmunoglobulina E) específicos. Los anticuerpos IgE son proteínas que produce el sistema inmunológico en respuesta a sustancias que reconoce como una amenaza, como ciertos alérgenos. Estos estudios permiten confirmar el diagnóstico y orientar el tratamiento más adecuado para cada paciente.
Tratamientos
El abordaje terapéutico dependerá del tipo y la severidad de la alergia. Puede incluir el uso de antihistamínicos, colirios, sprays nasales, corticoides tópicos, inhaladores o inmunoterapia específica. Esta última, es el único tratamiento que puede modificar el curso de la enfermedad y debe ser indicado y supervisado por profesionales especializados. En los últimos años, se han desarrollado tratamientos más avanzados como la desensibilización a medicamentos o alimentos, una estrategia útil para personas con alergias graves que deben ser cuidadosamente tratadas en centros especializado.
Por la Dra. Valeria El Haj
Directora Médica Nacional de OSPEDYC

