Tradicional arquero del Peñarol de la calle Chile, glorioso club de los Rivero, los Velázquez, el “fósforo” Puebla, Lucho Vargas y tantas figuras. de aquel prestigioso fútbol sanjuanino que en el caso de esta institución tenía el alma edificada en el bullicio cordial y sano del Bar Velázquez. forjado a carcajadas saludables, cargadas, noches de billar y fútbol.
Luego de su paso por el icónico Independiente de República del Líbano y España, aquel gran arquero que atajaba con pantalón largo, delgadito y sabio en el arco, se dedicó a lo que seguramente sería su otro gran amor: la gastronomía.
Fue el prestigioso y querido cocinero del comedor El Central, ubicado en Av. Ignacio de la Roza entre Gral. Acha y Tucumán, costado Sur; al frente otro comedor tradicional, Don Serapio.
En El Central nos reuníamos amigos adolescentes, compañeros de la Católica o el Básquet, a comer entre otras delicias que sólo ahí se gestaban, el pollo deshuesado o la famosa tortilla de papas jugosa y a punto, que jamás saboree mejor que allí.
Creo que nunca comí tan delicioso en un lugar de nuestra provincia como en El Central. En esa perspectiva, no deseo olvidar al Rincón Cuyano, otro sitio tradicional de privilegiada atención culinaria. Y las famosas parrilladas de la época.
El Trucha Romeo tenía ese encanto de la persona simple, de corazón enorme. Le salía por los poros la bonhomía. Se lo palpaba agradecido de la vida.
Cuando aparecía él mismo con los deliciosos platos en la mano y la sonrisa bonachona de un verdadero grande, porque grandes son los que atrapan con argumentos o gestos pequeños pero profundos el corazón de los demás, era casi imposible no emparentar ese momento con los gloriosos argumentos de su pasado deportivo, saliendo hasta el área grande a cortar con éxito centros endiablados o avances del equipo contrario, como era su especialidad.
Otro San Juan, otra vida, otros personajes que jamás nos dejarán y que hasta ahora no fueron superados en lo suyo.. Cuando uno entorna los ojos de viento que los recuerdos nos ponen para no olvidar los grandes o tristes momentos de los que estamos armados en la vida, vemos a gente especial como el Trucha Romero (que jamás extravió el origen pobre ni lo envanecieron sus triunfos), y no nos queda en el pecho otro mejor tesoro que sentirnos felices.
Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete
