La idea de promover aquellas históricas competencias automovilísticas llamadas “San Juan-Coquimbo-San Juan”, brotó del gobierno de la provincia, en ese entonces timoneado por don Leopoldo Bravo, en acuerdo con la Asociación Sanjuanina de Volantes. Las carreras se desarrollaron durante la década del 70 y acapararon la atención de todos los seguidores tuercas, compitiendo destacados valores no sólo de la provincia, sino también de otros lugares. La pintoresca y aventurada ruta que nos une con Chile, a través del Paso de Agua Negra, se vio colmada de auténticos bólidos al volante, participando desde los legendarios Fiat 600 y Renault Gordini hasta los poderosos Torinos y “Chivos”, autos que hicieron las delicias de aquel entusiasta público, que durante tres días religiosamente seguía la competencia. La carrera partía desde la ruta 40 y Benavides a las siete de la mañana, a esa hora ya se podía escuchar el ronquido producido por el calentamiento final de motores, en aquellos diáfanos amaneceres de marzo. Un ex-piloto de esas carreras, don Fernando Molina Cabrera, recuerda con nostalgia aquellas proezas deportivas, desgranando con su platica, amenos detalles de la famosa “San Juan-Coquimbo-San Juan”. Evoca que él participó en todas la carreras realizadas, conduciendo un noble “León” -Peugeot 404- auto que con mucho sacrificio y desvelo pudo preparar y dejar en condiciones. Relata que uno de los primeros obstáculos que tenían que sortear aquellos osados pilotos era la empinada “subida del Colorado” emplazada en Ullum. Se trataba de ganar algunos preciados minutos y al mismo tiempo cuidar la mecánica del vehículo, tarea dificultosa pues el camino aún no se había pavimentado.
Ya en camino cordillerano sobrevenían las mayores dificultades; para salvarlas había que “volantear” con maestría por aquella angosta ruta enclavada en grandes precipicios, tarea que implicaba mucho uso de la caja de cambios y tocar lo menos posible los frenos, además de soportar la temible “puna” o “soroche”, para lo cual iban proveídos de un pequeño tubo de oxigeno. Asimismo había puntos geográficos difíciles, en los que se requería de una total desenvoltura, como la “Quebrada de San Lorenzo” o el “Alto del Arenal”, ambos de un encaramado formidable; o pasar por el angosto puente de madera en “Tranque de la Laguna”. Así, luego de cuatro interminables horas al volante, se llegaba a la ansiada cuidad de Coquimbo, haciendo un promedio aproximado de 110 kilómetros por hora. Luego de reponer fuerzas durante un día, se reiniciaba la otra parte de la gallarda competencia.

