La familia sanjuanina, a lo largo de nuestra historia, ha sido y es, uno de los pilares fundamentales sobre donde se ha organizado y sustentado la red social local. Por su origen ibero-católico es una de las más tradicionales y por ende resistente, a todo tipo de cambio, disímil a los grupos familiares de tradición anglo-protestante. Una mirada antropológica sobre la familia sanjuanina, nos brinda una perspectiva singular sobre su conformación y naturaleza, entendiendo de esta manera sus mecanismos específicos.

En toda institución familiar operan constantemente los mismos componentes en cuanto al juego de relaciones y de posiciones que se desempeñan, esto es el llamado sistema de parentesco, el cual es explicado desde la antropología, con una terminología propia. Así, si analizamos el matrimonio en nuestra sociedad, advertiremos que es de tipo exogámico, es decir que las nupcias se contraen entre miembros que pertenecen a grupos diferentes. No obstante, en épocas no muy remotas, se consolidaban matrimonios de tipo endogámico, o sea cuando se contraía el vinculo matrimonial con integrantes del mismo grupo, pudiendo ser hasta el consanguíneo. Esta tradición fue muy corriente en los matrimonios españoles, en los que incluso los mismos primos se casaban, con el resultante peligro biológico que originan los lazos entre familiares. Tal costumbre encuentra respuesta en el desmerecimiento que sentían los españoles hacia las personas que no compartían su misma descendencia étnica, especialmente el criollo. Otra singularidad de la familia local se refiere hacia quien ejerce la autoridad. Comúnmente se piensa que es el hombre (patriarcal), pero en realidad esto es sólo una fachada. Mirando detenidamente advertiremos que las principales decisiones son tomadas por la mujer o esposa, por lo tanto la familia es matriarcal. En cuanto a la línea de descendencia o el vínculo con los antecesores, es de tipo patrilineal unilateral, aunque en los últimos tiempos tiende a ser bilateral, porque también se considera la línea de descendencia materna. Además podemos discurrir acerca de las normas de residencia que va a establecer la nueva pareja. Usualmente es neo-local, esto es cuando se dispone de una nueva morada para vivir, aunque también hay casos de patrilocalidad o matrilocalidad: decidir vivir en la casa del grupo familiar del hombre, o de la mujer. Por último aún se pueden encontrar excepcionalmente, sobretodo en las familias criollas de tierra adentro, una práctica llamada levirato, frecuente entre los indígenas huarpes, ella consiste en el matrimonio de un hombre con la viuda de su hermano.

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia