Ya en tierra paraguaya y a pesar de hallarse disminuido física y moralmente, Sarmiento exteriorizando su inagotable temple, continuó realizando variadas tareas, las cuales lo mantuvieron con buen ánimo. Una actividad que continuó ejecutando hasta sus últimos días fue escribir, como lo había hecho a lo largo de toda su vida. Su mente y su pulso se encontraban ágiles para continuar produciendo variados escritos, especialmente cartas o acotaciones periodísticas, tareas que amenizaba con quehaceres hogareños y paseos turísticos. Dos meses antes de morir, cuando ya habitaba su modesta casa de Asunción, le escribió una misiva al entonces ministro argentino en Paraguay, Dr. Martín García Merou, persona con quien entabló una notable amistad. En la mencionada carta, fechada el 12 de junio de 1888, se reflejaba el buen estado de ánimo que tenía: “Mi estimado amigo: (…) Yo estoy en campaña para el picnic a fin de hacerlo digno al ministro argentino (…) Estoy disponiéndolo todo lo mejor posible. Cada uno llevará su almuerzo; conviniendo ya con algunos de llevar un plato especial. La Sra. Andreussi llevará ravioles, Faustina una mayonesa, el de Chile un cordero asándose allí y una cazuela. No sigo adelante porque no se haga agua la boca…”.

Igualmente produjo cantidad de artículos periodísticos para la prensa asunceña, tarea que realizaba generalmente en la quietud de la noche. Estas publicaciones eran leídas con afición e interés por el pueblo paraguayo. Del mismo modo no se olvidó de su querido terruño, escribiendo constantemente a su querido San Juan. En este sentido trazó una misiva donde expresaba su satisfacción por los festejos relacionados con el centenario del natalicio de Francisco Narciso Laprida. En otras epístolas hace referencia, con cierta ironía, a su estado de salud, conjuntamente con temas educativos, salpicados con asuntos hogareños. Entre ellas existe una dirigida al Sr. Alois Fliess, persona con quien mantuvo una intensa correspondencia y por cuyas condiciones de hombre de empresa y de trabajo, abrigaba una gran simpatía. En esta carta, una de las últimas, con fecha del 28 de agosto de 1888, Sarmiento expresaba: ” (…) Mi salud no es buena puesto no es perfecta, y muestra que no obstante el clima y la desaparición de las afecciones en los órganos respiratorios, hay un fondo de decadencia que se acentúa más y más, y los médicos podrán bautizar con nombres conocidos en el catálogo, harto de las enfermedades, que al fin son una manera de cancelar cuentas viejas y nuevas. Mi casa de hierro está concluida y es objeto de aprobación general. (…)”.