En tiempos donde todo corre, los avances, las noticias, los algoritmos, hasta nosotros mismos, frenar aunque sea un instante para pensar se siente casi subversivo. ¿Hacia dónde vamos tan apurados? Slavoj iek, un filósofo esloveno que no teme incomodar ni ir contra la corriente, se atreve a lanzar una pregunta incómoda: ¿y si el tan celebrado progreso no fuera, en realidad, tan progresivo? En su libro “Contra el progreso”, desmonta con lucidez y un toque de ironía la idea de que avanzar siempre es mejorar. Y lo que encuentra es inquietante: bajo esa promesa brillante de futuro, se esconde una cadena de renuncias, retrocesos éticos y falsas soluciones que, lejos de elevarnos, parecen empujarnos a perder lo más valioso que tenemos: lo humano.

Uno de los puntos más filosos que plantea tiene que ver con la aceleración. En nombre de la eficiencia, la productividad y la innovación, nos estamos lanzando, casi a ciegas, hacia una especie de “meta final” donde lo humano empieza a sobrar. La inteligencia artificial, la automatización de decisiones, la vigilancia masiva, la vida sin pausas.

Al mismo tiempo, la ética o una visión altruista y humanitaria parece diluirse en un discurso suavizado que habla de inclusión mientras permite que millones vivan en la precariedad más absoluta. Hoy celebramos el “acceso digital” como un gran paso hacia la equidad, pero se invisibiliza que ese acceso convive con niños desnutridos, en contextos de guerra o ancianos sin atención médica. El lenguaje de los derechos avanza, sí, pero como una máscara que tapa un deterioro real. iek nos advierte: cuando el sistema dice estar progresando, pero deja intactas las injusticias más básicas, no hay avance, hay simulacro.

Y es que, además, algo se ha roto en nuestra imaginación colectiva. Ya no nos permitimos soñar con un mundo distinto, porque todo lo que no encaje con “lo posible” se descarta como utopía. Vivimos como dentro de una única película, un solo guión que repite lo mismo: crecimiento, consumo, éxito individual. Pero, como dice iek, todavía podemos y debemos imaginar otra historia.

Un mundo de contradicciones
¿Y por qué no lo hacemos? Porque, en el fondo, sabemos lo que está mal, pero preferimos no pensarlo demasiado. Seguimos como si nada: compramos, posteamos, planificamos vacaciones. iek lo llama “renegación”: ese acto de vivir conociendo la verdad, pero actuando como si no existiera. Es duro de asumir, pero también es una pista de por dónde empezar a cambiar. Si reconocemos esa contradicción, podemos comenzar a hacerle frente.

Y ahí es donde aparece una imagen durísima al inicio del libro, iek toma como metáfora la película “El gran truco”, donde un mago hace desaparecer un ave en una jaula para luego “revivirla” mágicamente ante el público. Pero el secreto del truco es terrible: hay decenas de pájaros muertos escondidos detrás del escenario. El espectáculo continúa, mientras nadie mire atrás. Así funciona, dice iek, nuestra idea de progreso: mostramos avances brillantes, pero escondemos sus víctimas, los “pájaros muertos” que el sistema sacrifica para que el show siga.

Quizás, entonces, lo más urgente sea eso: dejar de aplaudir sin mirar debajo del telón. Empezar a preguntarnos cuál es el costo real de lo que llamamos futuro. Y si bien el diagnóstico de iek es crudo, también hay una luz entre líneas: si fuimos capaces de inventar este rumbo, también podemos desviarlo o al menos mejorarlo. Pensar distinto, desde otro ángulo, aunque no sepamos todavía hacia dónde, lo importante, lo verdaderamente humano, es no dejar de intentarlo.

Por Jorge Ernesto Bernat
Prof. y Licenciado en Filosofía