Por Pbro. Dr. José Juan García
El 19 de noviembre de 1925 nació en Poznan el sociólogo que describió el debilitamiento de las estructuras duraderas en favor de formas de existencia transitorias, móviles y reversibles.
Existen intelectuales tan relevantes que trascienden el papel de meros eruditos para convertirse en verdaderos iconos de la época contemporánea. Una de estas figuras es Zygmunt Bauman, cuyo centenario se celebra en estas fechas. Su ciudad natal, Poznan, Polonia, parecía predestinada. Rica en historia y crisol de estilos arquitectónicos, su nombre deriva del verbo polaco “poznac”, que significa “saber”. Bauman fue un extraordinario creador y divulgador del conocimiento, convirtiendo el análisis de la sociedad en un ejercicio accesible.
Mucho se podría escribir sobre el académico que falleció en 2017, comenzando por su incansable búsqueda de la libertad. Nacido en una familia judía, emigró de su país varias veces, primero debido a la persecución nazi y luego tras las purgas antisemitas del régimen comunista. Su destino final fue Leeds, Inglaterra, donde impartió clases de sociología en la universidad hasta su jubilación. Sus raíces judías y su constante éxodo marcaron profundamente las ideas del joven Zygmunt, quien abandonó las seducciones del marxismo ortodoxo, convencido de que una sola idea no podía configurar ni garantizar el orden social.
Es en este marco donde se inscribe la contribución teórica de Bauman para comprender la transición entre la modernidad y la posmodernidad. La primera, arraigada en los paradigmas decimonónicos de progreso, racionalidad y libertad, había dotado a la filosofía y a la sociología de un repertorio conceptual digamos, estable. Con la posmodernidad, sin embargo, estas certezas se disuelven: las instituciones pierden rigidez, las identidades se vuelven fluidas y los lazos sociales se debilitan. Bauman desarrolla esta transformación mediante la conocida metáfora de la ½liquidez+, que describe el debilitamiento de las estructuras perdurables en favor de formas de existencia transitorias, móviles, débiles y reversibles.
La liquidez, sin embargo, no es una mera observación interpretativa, sino un cambio estructural que exige una revisión epistemológica de la sociología, la cual debe dotarse de herramientas capaces de comprender la inestabilidad como una característica definitoria de la sociedad contemporánea. Su vasta producción académica trabaja precisamente en esta dirección, proponiendo una ampliación del campo sociológico más allá de los límites académicos. Junto a figuras como Ulrich Beck, Anthony Giddens y Manuel Castells, Bauman contribuye a la configuración de una sociología “pública”, orientada no solo al diagnóstico de los fenómenos sociales, sino también a la formulación de perspectivas normativas. Esta orientación incluye denunciar las desigualdades producidas por la globalización, atender a los sujetos marginados, promover la tolerancia y buscar estrategias de gestión de conflictos. Este enfoque en la dimensión ética de la vida colectiva ha propiciado, en los últimos años, una convergencia significativa con algunos temas centrales de la enseñanza del Papa Francisco. Ambos se reunieron en Asís en 2016 durante un encuentro interreligioso sobre la paz. En aquella ocasión, Bauman pronunció un discurso sobre ½migración e integración”, explicando sus causas y consecuencias, como la “globalización de la indiferencia”, concepto frecuentemente expresado por Bergoglio. En este contexto, el sociólogo identificó, entre los posibles antídotos contra la deriva hacia el individualismo, la recuperación de lo sagrado como una esfera capaz de ofrecer referentes de valores inalterados por el flujo de las modas y la volatilidad cultural. Sus reflexiones también se entrelazaron con consideraciones sobre la esfera privada, en particular el tema del amor y los vínculos afectivos. Su larga y estable relación con su esposa Janina constituyó, en su testimonio personal, una respuesta concreta a la tendencia de las relaciones “líquidas” hacia la precariedad y la desconexión. A través de estos análisis, Bauman demostró que la liquidez no debe interpretarse como un destino inexorable: es posible establecer espacios de solidez, devolviendo la centralidad a la dignidad de los individuos y a su felicidad. Para Bauman, esta es una experiencia que nace en la vida cotidiana, en las relaciones, en el intercambio y en la negociación. Fue en esta dimensión microsocial donde Bauman vislumbró los prerrequisitos necesarios para sostener la coexistencia en la sociedad contemporánea. En el contexto pospandémico y en una era marcada por guerras generalizadas, su pensamiento nos invita a repensar las formas de comunidad y responsabilidad mutua. Remitirnos hoy a la enseñanza de Bauman implica, quizá, explorar la posibilidad de conservar nuestra humanidad en un mundo hipercomplejo y cada vez más difícil de comprender.

