Por Rosendo Fraga – Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría
Frente a la elección presidencial de Honduras, Trump en repetidas ocasiones exhortó a votar por Asfura. También indultó en la Justicia estadounidense al ex presidente Hernández, condenado por narcotráfico durante el gobierno de Biden, argumentando que no había tenido un trato justo. Este ex presidente jugó un papel en el pasado para enfrentar en su país a las fuerzas simpatizantes del régimen venezolano.
El triunfo de una fuerza simpatizante del régimen venezolano hubiera sido un dato político favorable a Maduro. Como suele ser común en él, Trump asumió el riesgo de apostar. Las encuestas daban un electorado dividido en tres tercios, con un sistema electoral sin doble vuelta: el del oficialismo con la candidata Moncada, a quien los sondeos le adjudicaban el 30%, pero que luego sacó sólo 20%; y los otros dos, Asfura, simpatizante de Trump, y Nasralla, de centroderecha, disputando cada uno en torno al 40%. Es decir que el 80% votó a fuerzas contrarias al régimen venezolano.
Al mismo tiempo, Trump hizo pública una comunicación telefónica mantenida con Maduro recientemente. Se trata de una típica acción dentro de la ‘ambigüedad estratégica‘ que caracteriza al presidente estadounidense, para mantener a su contraparte en la incertidumbre. Dice haberle dado a Maduro un plazo concreto para dejar el poder y la garantía de permitirle un exilio seguro en un país como Rusia.
La situación inestable que vive Cuba hace descartar este país como opción para Maduro. Trump reunió a su equipo de seguridad -cuyos integrantes más importantes son los Secretarios de Estado y Defensa y el Consejero de Seguridad Nacional- para poner en marcha una acción militar si Maduro sigue rechazando su ultimátum.
El curso de acción probable sigue siendo un ataque central aeronaval con alguna acción secundaria y eventualmente transitoria en el ámbito terrestre. No es lo deseable para Trump, pero si el problema sigue sin resolverse, el poder de ‘disuasión‘ de las fuerzas norteamericanas comenzará a debilitarse. Las críticas al operativo naval en torno a Venezuela dentro de Estados Unidos, y en especial en la oposición demócrata, se reiteran pero sin efectos políticos significativos. Voces de militares retirados venezolanos desde el exilio han expresado que es inminente una acción militar extranjera para liberar al país. Pero Maduro no da señales de ceder.
Por el contrario, el presidente venezolano movilizó a sus militantes y simpatizantes en la capital del país, como muestra de apoyo. Miles de ellos marcharon rechazando las ‘amenazas‘ de Estados Unidos, el bloqueo marítimo aeronaval y las advertencias de Trump sobre un agravamiento de la situación de Venezuela. Cabe señalar que la administración Trump ha indicado a todas las líneas aéreas que eviten volar sobre territorio venezolano, dado el riesgo que puede generar una próxima acción militar estadounidense.
La jura de los Comandos Bolivarianos de Comunidades Integrales (CCBI), estructura surgida de asambleas realizadas en cuarenta y siete mil calles del país, plantea el escenario más temido por los planificadores militares estadounidenses: que una crisis militar en Venezuela derive en una ‘anarquía armada‘ de consecuencias imprevisibles. Ella estaría dada por divisiones en las fuerzas militares, de seguridad e irregulares, a favor y en contra de Maduro, pero también se generarían divisiones y enfrentamientos dentro de cada una de ellas, a lo que se sumaría el accionar de las disidencias de las FARC y las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional colombianos.
Al mismo tiempo, el aislamiento político y militar del líder venezolano va en aumento. Sus eventuales aliados internacionales, como serían Rusia e Irán desde el punto de vista militar y China del económico, no están dispuestos a involucrarse en un conflicto lejos de sus fronteras y sin un interés estratégico. La Unión Europea condena al régimen venezolano, pero tampoco tiene interés en participar en un conflicto militar lejos de sus fronteras. En el ámbito regional, sólo el gobierno del presidente colombiano, Gustavo Petro, mantiene el apoyo a Maduro, pero sin intención de involucrarse en el conflicto si este se militariza.
Cuba, que vive una aguda crisis económica, no está en capacidad de apoyar militarmente al régimen venezolano, salvo en el área de inteligencia, donde sigue teniendo una capacidad importante en el ámbito regional. Pero Estados Unidos ha completado el despliegue militar que involucra a República Dominicana, Puerto Rico y Trinidad Tobago, y también una alianza con Guyana en territorio sudamericano y una relación militar en este caso con Francia, establecida en la Guyana Francesa.
Las fuentes abiertas del Pentágono hablan de que Estados Unidos tiene desplegados en la zona doce buques, incluyendo dos a propulsión nuclear: el portaaviones Gerald Ford (el más moderno de Estados Unidos) y un submarino. También señalan que tienen desplegados quince mil hombres entre tripulantes, bases aéreas y fuerzas de desembarco. La visita que realizó recientemente la máxima autoridad militar de Estados Unidos, el Jefe del Estado Mayor Conjunto, a las fuerzas desplegadas confirma la prioridad que va adquiriendo la faz militar del conflicto.
Pero la clave seguirá siendo la mencionada ‘ambigüedad estratégica‘ con la que se maneja Trump.

