1- Arma de doble filo. Las tarjetas de crédito son una herramienta que podemos utilizar con el objetivo de financiarnos. Sin embargo, un mal uso nos puede salir muy caro.

2- Límites. Si bien nuestros ingresos mensuales nos permiten tener la noción de cuál es nuestro límite de gasto mensual, el uso de tarjetas de crédito nos permite expandirlo y vivir temporalmente por fuera de nuestras posibilidades. Podemos reconocer tres tipos de límites que tienen las tarjetas. En primer lugar, el límite de compra, es decir, las compras que se financian en un solo pago entre los períodos de resumen. En segundo lugar, los límites de cuotas para las compras de un determinado bien que se realizan en varios pagos y, por último, los límites de adelantos, cuando la tarjeta de crédito nos provee de dinero en efectivo sin que éste salga de nuestra caja de ahorro. Estos tres componentes serán parte de un límite total que nos permitirá utilizar la tarjeta como propietarios. El monto total estará definido según nuestros ingresos mensuales. Esto quiere decir que a medida que se va utilizando la tarjeta, ya sea en compras en un pago, en compras en cuotas o en extracciones, irá disminuyendo el límite total y cada vez tendremos menos disponible. A medida que se vaya abonando el saldo, se irá recuperando la capacidad de uso.

3- La opción del pago mínimo. Lo ideal, cuando se tiene tarjeta de crédito, es pagar todo lo que se debe a la fecha de vencimiento de cada período mensual. Sin embargo, esto no siempre es posible y tendremos dos alternativas: no pagar o pagar el mínimo. Si no se abona absolutamente nada del resumen, la tarjeta quedará inhabilitada a los pocos días de la fecha de cierre, con lo cual no podremos seguir utilizando este medio de pago y, además, contraeremos una deuda. La opción para seguir utilizando la tarjeta es pagar el mínimo, que es un monto que aparece discriminado en el resumen. A priori parece una gran opción: pagar menos de lo que en realidad debo y poder seguir utilizando la tarjeta. Sin embargo, los intereses que corren para el saldo restante son los más caros de todo el mercado de tasas de interés, y esa es la razón por la cual al banco le conviene que uno sea deudor. Si debemos $10.000 de tarjeta y pagamos el mínimo (por ejemplo, $1000) podremos seguir gastando con la tarjeta al mes siguiente, pero habrá intereses sobre los $9000 impagos. Son intereses que corren a una velocidad que asusta y que abultarán mucho nuestras deudas.

4- No quedar atrapados. Cuando se entra en la dinámica de dejar saldos pendientes de pago, lo ideal es cancelarlos lo antes posible para que los intereses dejen de correr. La primera manera de hacerlo es la más simple y es que si, por alguna causa, generamos más dinero ese mes, este vaya directo a cancelar esa deuda. La idea de invertir ese dinero en algo para luego repagar esa deuda no es una opción, dado que es muy difícil ganarle al interés que nos cobran los bancos. La segunda alternativa es acceder a algún plan de pago que el banco otorgue, para abonar en cuotas fijas y con una determinada tasa el saldo del resumen de cuenta. Por último, se puede acceder a un préstamo personal cuya tasa sea menor a la que pagamos por los intereses de la tarjeta y cancelarlo. Claro que las condiciones dependerán de cada banco y de nuestra condición crediticia personal.

5- ¿Más de una? Tener más de una tarjeta de crédito aporta sus beneficios, como el de poder aprovechar todas las promociones que las distintas marcas ofrecen, tener una mayor posibilidad de que las acepten en diferentes comercios y contar con varios límites de compra. Pero a no olvidar: como dijo el Tío Ben, todo gran poder (de compra) conlleva una gran responsabilidad (de límites).

Po Santiago Bulat para La Nación