La discusión por la intensidad del color en los tintos, sobre todo en estos tiempos en que -si se cumplen los pronósticos- no abundarán las uvas que garantizan calidad y color a los elaboradores, empezó a levantar polvareda. Es que en la temporada pasada el INV puso en aplicación una resolución que venía postergada desde un par de años antes y que aumentó el índice de color de los vinos que son puestos en comercialización con la denominación de "Tintos". De 450 unidades de color (y 10 % de tolerancia) la exigencia se elevó a 500 unidades y la intensidad tinta aumentó, acorde con la pretensión del Instituto de garantizar calidad, genuinidad y de sincerar la información que las bodegas enuncian a sus consumidores en la etiqueta. Los industriales quieren que se bajen los actuales valores, pero existe el miedo a que se apliquen prácticas ilegales al hacerlo (ver antecedentes).

Aún antes de las estrecheces de la próxima cosecha, los directivos de Bodegas de Argentina habían pedido por nota formal al Instituto, que se revieran las 500 unidades mínimas y que, por lo menos, se retornara a las anteriores 400, con 10 % de tolerancia. Ya en esos momentos, los bodegueros insistían en su principio de que "el Estado no debiera intervenir en esta y otras relaciones técnicas, porque -una vez asegurada la genuinidad- el que termina decidiendo es el propio consumidor". A criterio de Bodegas de Argentina "la aparición de las denominadas uvas "tintoreras" en nuestro mercado, proveen color pero no aportan mejor calidad, con lo cual se desvirtúa la suposición de que ese mayor tinte implica mayor calidad. Hoy en día, no es el mayor color lo que define la calidad que requiere el consumidor", plantean.

Los chequeos del INV evidenciaron que la opinión no era coincidente entre las cámaras. Las hay, tanto en Mendoza como en San Juan, que prefieren las cosas como están, mientras otras se alistan entre las que se mueven más cómodas con las exigencias mínimas anteriores, como plantea Bodegas. Como era previsible, los que decididamente militan en contra de eso que denominan "flexibilidad de los mínimos del color", están las asociaciones de productores primarios, los viñateros. Ellos entienden que "los bodegueros reclaman menos exigencia en el color para moverse a menor costo en el mercado. Es decir, entienden que "es un problema de precios no de calidad".

Las contingencias actuales han llevado a los técnicos del INV y a su conducción a estudiar el asunto: La gran demanda de tintos y la relativa escasez de esas variedades, genera una tendencia en los precios que ha comenzado a descolocar a nuestros vinos tintos en los mercados.

La semana entrante, el INV volverá sobre el tema y chequeará las opiniones entre productores y elaboradores, en busca de una reflexión que sostenga su inminente decisión sobre el color.