Nacidos, criados en Astica, Valle Fértil. Julio Díaz (43) y Gabriela Guerra (34), son marido y mujer, pero a esa sociedad de vida le sumaron un emprendimiento familiar de elaboración de dulces y licores artesanales llamado MarFlor (es en honor al nombre de las mamás de ambos, Marta y Florencia) que los ocupa, claro que con ‘toque’ distinto, ya que son ‘delicatessen’ exóticas. Desde manzanas al vino tinto y hasta licor del monte astiqueño, que se hace con la flora autóctona del lugar (algarroba, chañar y mistol).
Comenzaron con tachos de aluminio hace unos 10 años y con esfuerzo propio y ayuda estatal (línea del Ministerio de Desarrollo Humano), lograron industrializar la tarea para cumplir con todas las disposiciones de higiene para su comercialización.
‘Nació porque lo heredamos de nuestras familias, que son de hacer dulces y conservas y lo han transmitido de generación en generación. Todo empezó cuando en una edición de la Fiesta del Citrus que se hace en Astica, donde invitan a todo aquel que trabaje con este cítrico que es muy común en la región (lo trajeron los jesuitas) y nos fue muy bien con la venta de licores.
Yo soy maestro y mi mujer ama de casa, nos sirve para sumar buenos ingresos‘, comentó Julio, que junto a Gabriela tienen 3 hijos que colaboran en la empresa familiar.
No sólo el afán emprendedor los motivó, sino también darle valor agregado a la mayoría de la frutas astiqueñas, como la mandarina, la lima, pomelo y naranja, entre otras. En el popurrí de dulces y conservas que venden, ya sea en ferias que los invitan, en su casa de Astica o en el puesto de Ischigualasto, aparecen algunos que sobresalen por sus rarezas: aceitunas rellenas con nueces, limas en almíbar, hilos de toronja en almíbar, membrillo al vino tinto, peras a la menta y al Curazao blue. En cuanto a licores, está el de dulce de leche de cabra, de cereza con pulpa de frutilla y licor de dátil. Todos los dulces y licores artesanales los venden a 16 pesos. ‘El que quiera comprar nuestros productos primero los deben degustar, porque cuando el paladar da el OK, el bolsillo da el sí’, contó entre risas Julio.

