La globalización del vino es un escenario nuevo y entramado que hay que entender muy bien para que el negocio de las bodegas sea rentable y no los sorprenda de la noche a la mañana. Argentina tuvo un gran crecimiento en su ritmo exportador desde el 2002 al 2012 (sin duda la década ganada para el sector), pero comenzó una caída no sólo debido a problemas de tipo de cambio, inflación, aumento de los costos de la mano de obra, etc, sino también, y esto hay que decirlo, de falta de competitividad de un sector privado que está recién comenzando a interpretar el proceso de globalización. Y en este contexto la Argentina no es el único país que ha exportado menos vino. Nuestro vecino Chile, Sudáfrica, Estados Unidos, Portugal y Francia vendieron menos vino el año pasado. Sólo entre los grandes se salvó España, que en el 2014 mostró un extraordinario crecimiento de las ventas que los sitúan por primera vez como los mayores exportadores de vino del mundo, por delante de Italia. Un crecimiento en volumen del 22%, derivado de la enorme abundancia de vino producido en 2013 y sin medidas alternativas de regulación de mercado que los han llevado a esa aparente buena noticia.

Sin embargo, tal crecimiento ha ido acompañado de una reducción del precio medio superior al 20% que, finalmente, ha derivado en ingresos en euros un 3% menores a los del año anterior. Mucho más vino, pero mucho más barato, que implican menor facturación. Por mucho que pueda comprenderse y explicarse por las circunstancias especiales de una campaña, ese no es el camino idóneo a medio plazo.

En España:

Vale la reflexión de Rafael Rey, Director General del Observatorio Español del Mercado del Vino, que explica que un 55% de las ventas exteriores se han producido a granel y tres cuartas partes de este granel, las más económicas, han ido destinadas a cuatro mercados, que también son productores y exportadores de vino: Francia, Italia, Alemania y Portugal. Si el vino es finalmente aprovechado por otros comercializadores, parece claro que los bajos ingresos obtenidos por España no son derivados del producto, sino de una escasa capacidad de comercialización y acceso a los clientes. ‘Llegar con nuestros vinos a los clientes de nuestros clientes es el reto para conseguir una mayor rentabilidad. Pero el análisis de los últimos años en España, así como de la competencia, nos permiten ver el futuro con gran optimismo. Aunque nuestro país lleva exportando vino desde tiempos de los fenicios, la exportación masiva de vinos españoles es un fenómeno relativamente reciente. Hace apenas 10 años en España se bebía más vino del que se exportaba, Hoy, exportamos más del doble de lo que consumimos’’, explicó.

Agrega que a finales del 2000 Italia vendía el doble que España pero con una proporción de vinos a granel que nos superaba: 48% frente a nuestro 47%. ‘’Ambos exportábamos con exactamente el mismo precio medio: 1,41 euros por litro, de hecho, Italia era el principal suministrador de vinos a granel a Francia; pero 15 años después, sin embargo, Italia ha disminuido la proporción de granel al 27% mientras España la hemos subido al 55%.’’, explicó Rey. Y destaca que teniendo en cuenta que España se ha convertido en el principal suministrador de vinos baratos a Francia y los precios medios han bajado a 1,14 euros por litro mientras el de los vinos italianos han subido a 2,50 euros por litro. ‘’Como consecuencia, vendiendo nosotros más litros que los italianos, ingresamos la mitad de su facturación: unos 2.600 millones de euros frente a los más de 5.100 de Italia. Luego no es imposible pasar del mucho granel y bajos precios a un mayor valor y mucho envasado, ya sea de vinos tranquilos como de espumosos.

Metas:

Siendo conscientes de que el cambio puede darse – y el optimismo es pieza fundamental de ese cambio – la cuestión fundamental es definir las claves para la transformación. Y seguro que son muchas y variadas. Pero de entre ellas me atrevería a destacar un mejor conocimiento de las necesidades de nuestros clientes y de los mercados, una imagen de país, de región productora y de marca de prestigio, productos más adaptados a los mercados y mejor comunicación de los productos autóctonos diferenciados, pero, sobre todo, una mejor capacidad de comercialización, con departamentos comerciales con gente en mayor cantidad y mejor formada, vendiendo nuestros vinos por todos los rincones del planeta. Porque, al final, los comerciales, moviéndose por los mercados, en relación cada vez más estrecha con los importadores y distribuidores, son quienes detectan las necesidades y cambios de los mercados, quienes fijan las relaciones con la distribución. En el sector del vino en España, tenemos unos mimbres extraordinarios para triunfar en los mercados mundiales, no solo en litros, sino progresivamente en valor. Otros lo han hecho antes y el vino español lo conseguirá en los próximos años. Y, de entre las claves para lograrlo, un mayor esfuerzo comercial con profesionales cada vez mejor formados resulta esencial’’, concluyó.

Sirva entonces este comentario de reflexión para que Argentina no caiga en lo mismo, vender más pero con menos ganancia. Ya España encendió luz amarilla.