La compleja tarea de erradicar los vendedores ambulantes del microcentro generó en su primer día un escenario de caos que terminó ayer con un saldo de 3 detenidos, 2 policías con golpes en su rostro, al menos 3 vendedores heridos y un inspector municipal fuertemente golpeado. Y además, con la promesa de ambas partes de que todo continuará hoy por la mañana.

"De ninguna manera vamos a ceder, el operativo va a seguir cueste lo que cueste, con los chicos (por los inspectores), o sin los chicos, vamos seguir hasta el final", sentenció anoche el secretario de Gobierno de la municipalidad de Capital, Ricardo Pintos. Los vendedores tampoco se quedaron atrás y anoche tras protagonizar fuertes desmanes aseguraron que hoy a las 9 se apostarán otra vez en el centro.

Desde el municipio se sabía que no iba a ser fácil, y a pesar de los duros enfrentamientos con que terminó ayer la jornada, los vendedores cerraron el viernes volviendo a eso de las 20.30 con las mantas a las veredas y vendiendo como si nada hubiera pasado.

Un cuerpo de 18 jóvenes inspectores fueron contratados para cumplir con la orden impartida desde el ejecutivo municipal, pero para 12 de ellos fue el trabajo más corto de sus vidas, las escenas de caos y los golpes que recibieron provocaron que renunciaran ayer mismo.

La tensión callejera arrancó ayer temprano, a las 8.30, cuando el cuerpo de inspectores de calle salió del edificio de la oficina de empleos de la municipalidad. Eran en ese momento 16 e iban acompañados por una veintena de policías. Los jóvenes dijeron más tarde que nunca imaginaron la violencia que iban a vivir durante la jornada. El municipio los había contratado una semana antes para hacer de inspectores y decomisar mercadería de la venta ilegal en el centro, desplazando a los antiguos inspectores acusados de quite de colaboración.

Salieron dispuestos y animados, los primeros contactos con ambulantes fueron con discapacitados, que por su condición tienen vía libre para vender. Pero rápidamente el clima se enrareció cuando llegaron a Tucumán y Laprida, sitio donde se emplazan los ambulantes más bravos. No tardaron en darse cuenta: cuando el grupo se acercó a decirles que no podían vender la mercadería que empezaban a mostrar en sus manos, se les vinieron encima, con amenazas e insultos. "Vos no me vas a sacar nada. ¿Qué quieren, que nos prostituyamos, que vendamos droga, que robemos?", gritó una mujer, mientras el resto pedía credenciales. En ese primer momento, la policía se interpuso entre los inspectores y los ambulantes, como protegiéndolos, pero un rato más tarde, cuando los ánimos estaban más caldeados, eso no ocurrió. A eso de las 11 de la mañana la escena era la siguiente: a un costado de la vereda Este de la Tucumán un grupo de unos 50 vendedores había tendido sus mantas con mercadería y la ofrecía al que pasaba; los inspectores se agruparon en el extremo opuesto y no se animaban a acercarse mientras la policía estaba en la vereda de enfrente y miraba.

Pero el punto más álgido fue ayer a las seis de la tarde, cuando otra vez en Tucumán y Laprida se concentraron una veintena de policías y sólo 6 inspectores. Tres minutos más tarde se desplazaron por Tucumán hacia el Norte, dispuestos a decomisar toda mercadería que tuvieran los vendedores en sus bolsos, pero ni bien intentaron hacerse con el primer decomiso, forcejearon, y en un abrir y cerrar de ojos, la gran pelea: un puñado de mujeres -entre ellas, una embarazada que no tuvo empacho en pelear-, efectivos policiales, los ambulantes y varios menores se trenzaron a golpes en el ingreso de un local comercial.

Gritos, insultos y más golpes de puño, derivaron en la intervención del cuerpo de Infantería que intentó disuadir el tumulto, con el agravante que los vendedores se enfurecieron aún más cuando detuvieron a tres de los suyos. Fue todo caos, corridas y escenas de pánico entre los clientes de negocios cercanos.

Apenas las agujas del reloj se habían movido y pocos indicios de calma se observaban, un puñado de policías intentaron negociar en medio de la batahola, logrando persuadirlos en su idea de vender, pero permitiéndoles que se manifiesten. "O nos liberan a los pibes o te cortamos todas las calles", gritó uno de los vendedores, y lo hicieron.

Libertador y Tucumán cortado, automovilistas enfurecidos ante la pasividad policial, que decidió apostarse en un costado.

Un rato más tarde, el grupo volvió a las veredas y comenzó a vender.