Cuando la chacra sanjuanina parece no tener herederos de sangre, un poco porque las nuevas generaciones le esquivan a un trabajo sacrificado y otro tanto por un margen de rentabilidad que se deprime cada temporada, en los últimos años se viene afirmando una tendencia que le vuelve a dar vida a este tipo de agricultura. Se trata de trabajadores norteños, principalmente de Bolivia, que arriendan las tierras y todo el laboreo lo hacen en familia -por lo general numerosas-, abaratando sensiblemente los costos. La mayoría se asentó en el departamento Pocito, pero también los hay en Angaco y San Martín, según datos de las comunas y del sector agrario. Históricamente la presencia de trabajadores del altiplano en la provincia tenía que ver con la temporada de cosecha de cultivos intensivos, como la uva o la aceituna. Los bolivianos, además de poder trabajar en algo propio, valoran cuestiones básicas de la Argentina como el acceso gratuito a la educación y a la salud, aspectos que hacen las veces de ancla para arraigarse a San Juan. ‘’Mi mamita tenía un problema en los huesos (Artrosis) y allá en Bolivia teníamos que pagar para que la atendieran en el hospital. Aquí todos los tratamientos se los pudimos hacer gratis y ahora está muy bien’’, graficó Alberto Soraide (29), oriundo de Potosí y que desde el 2003 radica en una finca pocitana junto a su familia.

Los propietarios de las tierras ven con buenos ojos a los bolivianos, en virtud que son buenos pagadores y cuidan la tierra. Suelen alquilarlas por temporada o por un porcentaje de la producción, y optan por plantar ajo, cebolla, arvejas y, en menor medida, tomate. Pagan entre 2.000 y 3.000 pesos por hectárea.

El empeño por el trabajo los hace poseedores de un tesón inquebrantable. No se quejan, agachan la cabeza y le dan para adelante. Algunos ni siquiera utilizan tractores, se valen de un viejo caballo y un arado para mover la tierra, aunque esa tarea le demanda cuatro veces más de tiempo. En tanto que a la hora de levantar la producción, son ellos mismos los que de Sol a Sol recogen las hortalizas y luego la comercializan en las ferias locales.