En medio de los campos de El Encón, en 25 de Mayo, la comunidad huarpe Pinkanta venía subsistiendo con la venta de manojos de junquillo por pocas monedas hasta que decidieron apostar a un cambio de vida, y hoy al menos un cuarto de esas familias -22 personas- vuelca sus esfuerzos a un emprendimiento propio: montaron su propia fábrica de escobas y lampazos. Con productos prolijamente logrados, varios modelos y de buena calidad se animaron a presentarse en las rondas de negocios de un conocido híper sanjuanino semanas atrás, y aunque no saben aún si les comprarán la producción, el orgullo que sintieron al ser felicitados por los gerentes fue tan fuerte que animó al grupo a ponerle más esfuerzo al trabajo. ‘’Hoy fabricamos 3 docenas en un día de trabajo, pero nuestra aspiración es llegar a las 6 o 7 docenas’’, dice Dalmiro Agüero, uno de los pioneros del establecimiento ‘Las tres lagunas de Atahualpa’. ‘’El nombre es porque nuestro territorio tiene tres lagunas, en San Juan, Mendoza y San Luis, y Atahualpa es un ave de mucha visión, y eso es lo que aspiramos a tener con este proyecto’’, agregó Agüero. El origen del grupo se remonta al 2011 cuando algunos representantes de la comunidad Pinkanta lograron ingresar a un programa de la fundación YPF que los capacitó en el manejo del junquillo y el mundo de las escobas. Allí lograron el primer paso en su aspiración de dar valor agregado a la actividad de recolección, y recibieron a través de un subsidio las primeras máquinas -una armadora, una cosedora, una trilladora, el mesón y la guillotina- que están en un galpón chico, de 4 por 8 metros, que ellos mismos construyeron. ‘’Hicimos muy poco volumen, porque no teníamos plata para comprar los materiales para trabajar, los palos, alambres y clavos’’, cuenta Víctor Barroso. Entonces el clima no ayudó, vinieron los años de sequía y con ellos la mortandad de las cabras que crían en la zona y una caída abrupta del 40% en la producción natural de su principal materia prima, el junquillo. El gran envión vino con la apertura ese mismo año de un centro TIC (Tecnologías de Información y Comunicación), una política impulsada desde el Ministerio de Producción en todos los departamentos. ‘’Nos acercamos al TICs a ver si aprendíamos computación. Ahí, charlando con los chicos (así llaman a los coordinadores del programa encabezado por Josefina Vacca), empezamos a coordinar cómo sacar un proyecto viable adelante. Ellos nos transmitieron el conocimiento’’, asegura Dalmiro. No sólo recibieron la enseñanza sino que también lograron un subsidio para la compra de materiales. Adquirieron los palos que vienen de Jujuy y algo de guinea que viene del Litoral que mezclan con el junquillo para lograr escobas más flexibles. En el grupo son todos hermanos, sobrinos o primos, de 18 a 50 años, y la de escobas es la primera fábrica que existe en El Encón. ‘’Estamos en un lugar donde no hay fuentes de trabajo, y con los animales no nos va bien’’, dice Violeta Bustos, otras de las integrantes. Violeta fue elegida la contadora del grupo porque es la que terminó el Secundario, trabaja como celadora en la Escuela Juan Carlos Navarro ‘’y sé sacar los porcentajes y hago las divisiones más rápido’’. Ella es la que tiene el listado de los precios de venta: sale $27 la escoba más cara, de tres facetas y la común cuesta $23. Tienen lampazos de $19 y de $22, mientras que los de piolín de cuarto kilo de peso salen $27 y los de medio kilo, $47. Valores muy lejos de los $0,80 que conseguían antes por la venta del manojo de junquillo a los intermediarios.
Manos huarpes que fabrican escobas como profesionales
Las tres lagunas de Atahualpa. Un grupo de familias descendientes de pueblos originarios de El Encón decidió dar valor agregado al junquillo y se animó a instalar su propia fábrica de escobas y lampazos.

