En pleno "año del mosto" y cuando ya hay racimos camino al lagar en el Oeste del vino, los gobiernos provinciales jugaron sus cartas para acercarle referencias al mercado de uvas -92 centavos por kilo en el caso de las básicas- mientras se extiende el convencimiento de que finalmente la cosecha será más rica de lo que se estimó con las primeras tormentas del verano -algunas que parecían a priori muy dañinas- y tras calcular el daño de las heladas tardías. O sea, para el arranque, cosecha "casi normal", precios firmes en las básicas para mosto o blanco escurrido y racimos de estirpe con valores tonificados (entre 2,20 y 5 pesos, según la zona y la estirpe de un Malbec, por ejemplo). Los empresarios, sin embargo, hoy andan transpirando para conseguir cosechadores (remisos por el miedo a perder las asistencias sociales, principalmente la Asignación Universal por Hijo), apurados por gestionar los créditos de apoyo a la cosecha y acarreo y de paso tratar de acordar una nueva escala salarial para obreros y peones.

Las negociaciones entre el sindicato y los empresarios por los salarios de los obreros de viña y bodega volvieron a estancarse y siguen sin definición (incluyendo el precio de la gamela, aunque ya hay gente recogiendo racimos). Por otro lado, en algunas zonas productivas es casi angustiante la falta de cosechadores, temerosos como están los grupos habituales de perder definitiva o temporalmente la Asignación Universal por Hijo (AUH), a pesar de que hasta la propia Cristina Fernández de Kirchner aclaró en Mendoza durante la Vendimia que no habrá perjuicio para el cosechador y que ya están firmados los respectivos decretos de implementación.

Otro cantar es el tema de la rentabilidad en la vitivinicultura, a raíz del incremento de los costos -entre el 20 y el 25%- con un tipo de cambio prácticamente congelado -una de las quejas que más se hacen oír-. Aún cuando siguen danzando los ecos de la ratificación del rumbo por parte de la presidenta: Crecimiento con inclusión social y valor agregado, pero sin mención a la inflación ni a la inseguridad, todo ello reclamado por los bodegueros bajo la carpa del Brindis de Robino, en Luján, el día de la Vendimia. Esto sin perjuicio, claro, del hecho político contundente del reconocimiento de la Nación, respecto del proceso de transformación en la vitivinicultura expresado en la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar), que construye su futuro gestando una estrategia y una mesa en la que todos (sector público, privado, chicos y grandes, viñateros y bodegueros, cooperativistas, técnicos del INTA, del Instituto Nacional de Vitivinicultura) debaten y deciden la "política grande de la viña, de la bodega y del vino al mundo". Tal reconocimiento, enfáticamente manifestado por el ministro Julián Domínguez en Mendoza y San Juan, enmarcó los acuerdos, créditos y asistencias específicas para la vitivinicultura regional. Pero no excluyó la demanda respecto de varios temas aún no resueltos de los que fueron portadores José "Catuco" Molina -al retirarse de la presidencia de la Coviar- Lorenzo Capece, nuevo presidente de la Corporación y Angel Vespa, de Bodegas de Argentina.