Las variedades de vid resistentes a enfermedades fúngicas como el oidio y peronóspora son motivo de debate actualmente. La necesidad de reducir el uso de tratamientos fitosanitarios por su impacto ambiental y por la restricción normativa de su uso, hace que la mirada de productores e investigadores se vuelva hacia las variedades resistentes. Estas variedades, algunas autorizadas hace años en países europeos como Suiza y Alemania, donde fueron seleccionadas, están viviendo un momento de expansión en Italia y, posiblemente próximamente en Francia, donde hace tiempo que existen programas de mejora específicos en este sentido. En España, también existe una iniciativa pública, canalizada por el IMIDA, para la obtención de Monastrell y variedades de uva de mesa resistentes a estas enfermedades, mientras que, en el Penedés, la iniciativa privada de las bodegas Albeti Noya, Alta Alellai Celler Josep Piñol persigue conseguir introducir resistencia en variedades autóctonas, como el Xarello o el Macabeu, entre otras.

En Argentina estos estudios, aunque en principio fueron incentivados décadas atrás, hoy están muy lejos de este desarrollo, no por el recurso humano que es muy bueno, sino por el bajo presupuesto destinado a estas investigaciones.

Hace unos días Vinetur, uno de los principales portales europeos, informó que 40 expertos de distintas universidades y centros de investigación se reunieron en la última reunión plenaria de RedVitis en España para debatir los pros y contras del uso de estas variedades para combatir la incidencia del oidio y peronóspora y la necesidad de empezar programas de mejora genética en esta línea en el país, propiciando el debate entre todos los agentes implicados para poder contrastar sus puntos de vista.

En lo que hace referencia a oidio y el mildiu (peronóspora), las enfermedades para las que el trabajo de introducción de resistencias está más avanzado, se incidió en que son enfermedades con las que se convive, controlando sus efectos con productos de contrastada eficacia, tanto en viticultura convencional como en viticultura ecológica, si bien futuras restricciones en el uso del cobre podrían cambiar esta situación. El oidio tiene mayor incidencia en el arco mediterráneo, mientras que el mildiu la tiene mayor en la vertiente atlántica y cantábrica. El uso adecuado de los modelos predictivos de enfermedades y de avisos de tratamiento basados en ellos, la mejora de la maquinaria y una mejor formación de los agricultores en buenas prácticas para su uso y mantenimiento, así como mejoras previsibles en las formulaciones de los fitosanitarios, podrían en parte mitigar este problema.

Las variedades resistentes se ofrecen por tanto como una excelente herramienta para la gestión de enfermedades del viñedo. Es importante hacer notar que no se pretende llegar a proporcionar un cultivo de tratamiento cero, por la propia evolución de los patógenos para superar los mecanismos de resistencia que se introducen en las variedades. Esos mecanismos que se introducen en estas variedades resistentes proceden de diversas especies del género Vitis y del género Muscadinia, por procedimientos de mejora clásica, esto es, mediante cruzamientos. Se ha comprobado que es necesario introducir un mínimo de dos genes de resistencia a cada enfermedad, para hacer que la resistencia sea efectiva y más duradera. También se recomienda mantener un número reducido de tratamientos para controlar otras enfermedades minoritarias que se mantienen a raya. Un aspecto a tener en cuenta en este sentido es que tampoco está clara cuál será la futura presión de enfermedades en el contexto del cambio climático, aunque en ciertas zonas se prevé una reducción de las condiciones más favorables para su desarrollo.

La tipicidad de los vinos de cada región, que en muchos casos se asocia a las variedades cultivadas, también es una cuestión relevante. Se pueden obtener variedades genéticamente razonablemente parecidas a las variedades originales en su perfil enológico y agronómico. En el proceso de selección que suele durar entre 10 y 20 años, además de seleccionar por los caracteres ya mencionados, se podrían y deberían añadir otros, tales como su adaptación a las condiciones de cultivo, especialmente para sequía.

Se llegó a un consenso sobre la utilidad de las variedades resistentes a enfermedades como una herramienta útil para una viticultura con menor utilización de residuos, más respetuosa con el medio ambiente, pero no como solución única. En un futuro próximo se requerirán esfuerzos combinados entre los centros de investigación y la administración pública para que los programas de mejora puedan tener éxito.