Muy compleja es la situación del sector olivícola en San Juan. Está inmerso, hace más de 5 años, en una constante retracción en su superficie cultivada. Un combo de problemas lo puso en jaque: una rentabilidad acotada, ligada a los bajos precios internacionales del aceite y altos costos de producción; sumado a tres heladas muy dañinas en apenas cuatro años, que hicieron retroceder la superficie efectivamente productiva (es decir, la que da frutos y que no fue abandonada) de 22.000 a 13.000 hectáreas -no más-, según dijeron los expertos de Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la Cámara Olivícola de San Juan.
‘’De olivos no se vende una planta. En el tema olivícola hay que barajar y dar de nuevo. No hay que olvidarse que el INTA hizo un informe y determinó que más de la mitad de los olivos implantados en estos 25 años se encuentran en zonas propensas a las heladas’’, dijo Carlos Yornet, del pocitano vivero Amat. En los años 2009, 2011 y 2013 hubo heladas que dejaron en evidencia que había olivos en ‘’zonas prohibidas’’ para este cultivo, por ello se han abandonado casi 9.000 hectáreas. El departamento que acunaba muchos olivos y más se perjudicó fue 25 de Mayo. Es que la gran expansión de diferimientos olivícolas en los ‘90 no tuvo una directriz, se plantó en suelos pobres (que se compraron a bajísimo precio) ubicados en zonas agrometeorológicas inviables para el olivo.
‘’Hace por lo menos 4 años que no se radican nuevos emprendimientos. El tema del clima fue determinante, porque quedó a la luz que había olivos en lugares donde no debían haber. Hoy no hay proyectos en carpeta, porque invertir en este negocio, que da sus réditos a partir del cuarto o quinto año, no es para cualquiera. Y no hay que dejar de lado el contexto, que producir es caro y que los precios internacionales están bajos y chatos en el último tiempo’’, explicó el presidente de la Cámara Olivícola de San Juan, Esteban Durand.
El escenario de las vides
‘’Si a la economía le va mal, al sector vitivinícola históricamente le va un poco peor’’. Clarito, el experimentado empresario Hugo Amat, le puso esas palabras al clima de negocios que se vive hoy por hoy en los viveros. DIARIO DE CUYO consultó a los popes locales de este sector para que hicieran una radiografía de la situación: dicen que lo poco que se compra corresponde a plantines de variedades que entregan muchos kilos -Flame, Fiesta, Arizul, Cereza o Pedro Jiménez- pero que es para reemplazar cepajes de uvas finas que son pobres en rendimiento; y otros apenas compran un puñado de plantas para completar cuadros en una finca.
Poniendo blanco sobre negro y excepto el reciente anuncio de inversión de una empresa dedicada a la uva en fresco (ver aparte ‘Expofrut’), dijeron en el sector que ‘’no hay emprendimientos en carpeta’’ por la inflación y falta de certidumbre en el mercado.
Gustavo Bolsonella, propietario del vivero Don Peto, dijo que ‘’en un año las ventas se cayeron un 50 o 60%. Está muy complicado, no es sólo invertir en plantines, que al fin y al cabo no aumentaron tanto, el problema es lo que hoy cuesta armar un solo cuadro de uva, el alambre, los palos, el riego y después no sabes cómo te va a ir’’. Amat fue más allá: ‘’Hay cosas que en este país no son serias, ¿quién se va a animar en invertir en estas condiciones? Si hoy los viveros tuviéramos que vivir de lo que se vende en la provincia, deberíamos cerrar la mitad, pero por suerte algo se mueve en otras provincias’’.
Ya el año pasado notaron una retracción los viveros y, así y todo, la demanda actual cayó aún más, hasta un 60% en los últimos 12 meses, dijeron los empresarios.
También se profundizó el cambio de rumbo de los viñateros que están volviendo a las fuentes, o sea dejar de lado las variedades finas (que fueron furor a mediados de los ‘90 con la reconversión), que entregan pocos kilos y que últimamente no se han pagado bien, y volver a inclinarse por variedades más rendidoras, que tienen como destino la pasa o el mosto, un nicho de negocios donde se arriesga poco comparado con el del vino o, ni hablar, uva en fresco. Lo más preocupante es que las nuevas plantaciones apuntan principalmente a reemplazar viñedos existentes, no a sumar hectareaje.
‘’Hay una bajísima demanda, se nota en el campo’’, tiró el empresario Gerardo Más, del vivero Más Puchol SA.