Motivados por planes sociales que les permitieron encarar un microemprendimiento o tentados por un mercado cada vez más amplio, los talleres textiles que confeccionan uniformes para escuelas, empresas, clínicas y para trabajo en las minas, se duplicaron en la última década: en el 2001 había 18, hoy ya suman 37, entre las grandes y pequeñas firmas. Empresarios del sector explicaron que hay un fenómeno que se ha multiplicado en los últimos años en donde las compañías, asesoradas por expertos en marketing, buscan diferenciarse e identificar a los empleados con la empresa.
‘Abrieron varios lugares, pero son 3 o 4 los fuertes. Es un rubro donde tal vez hay muchos que entraron al negocio creyendo que era una tarea sencilla, que se hacía con un par de máquinas y no es así. Éste es un rubro donde no te podés concentrar en sólo hacer uniformes, porque eso te da buenos ingresos entre febrero y abril, después tenés que seguir subsistiendo’, comentó Mauricio, de ‘Uniformes 21 de septiembre’, que hace 8 años está en el mercado textil sanjuanino. Una tendencia que crece es que hasta las escuelas públicas utilizan, en vez de guardapolvos, chaquetas (por ejemplo para la EPET Nº5 cuesta 185 pesos). Éste y otros matices que tomó el negocio, le abrió la puerta a nuevos emprendedores. ‘Hace 10 años que estamos. Realmente la demanda es mucha y son los uniformes los que sostienen el negocio, porque los colegios están más exigentes, además que las escuelas públicas y las empresas también quieren diferenciarse. No sé si pasa por una cuestión de egos o por la necesidad de competencia permanente’, explicó Cecilia Olivencia, propietaria de ‘Churu Uniformes’, de Rawson. Un uniforme para un colegio privado de un alumno de nivel inicial, incluyendo chaqueta, pollera o pantalón, campera de polar y conjunto de educación física, de ‘piso’ se consigue sobre los 500 pesos, por ejemplo para María Auxiliadora, mientras que para Don Bosco ese valor puede trepar hasta los 650 pesos, dependiendo la cantidad de prendas que exija el establecimiento. Un aspecto a tener en cuenta, según dijeron desde el Sindicato Obrero del Vestido, es que muchos de los talleres grandes tercerizan el trabajo: ‘A decir verdad, no todos estos talleres chicos están a raya con la ley’, se sinceraron.
Entre los negocios que hicieron punta en la provincia en este rubro se cuentan dos: Coyote y Danyo. Este último comenzó en 1990 y a pesar del boom de locales que hay en la actualidad, aseguran que ‘algunos están de paso’. ‘El negocio textil no es soplar y hacer botella, como muchos creen. Entiendo que desde que el Gobierno empezó a dar herramientas, muchas de ellas máquinas de coser, abrieron varios talleres. Uno lo nota porque hay clientes que se pierden un año y después vuelven, porque esos talleres desaparecen’, contó Armando Guerrero, propietario de Danyo.

