San Juan tiene la economía más flexible del país. O una de las más flexibles. ¿Afirmación arriesgada? Es posible, porque ha sido muy frecuente suponer que es un distrito conservador y reacio al cambio. La historia contemporánea dice lo contrario. Hay que dar por sentado, porque así fue, que a principios del siglo pasado la principal fuente de ingresos fue por la agricultura y sus derivados o por industrialización básica como la del vino ‘a granel‘. Una lectura del mapa del valle húmedo de esa época lo muestra poblado de cultivos, principalmente la vid, en una proporción que hoy nos asombraría. Ya Federico Cantoni inició un esfuerzo significativo de diversificación no sólo con la sidra o la remolacha, que es lo más conocido, sino también con caminos como los que llevan a Jáchal o la vieja ruta 12 a Calingasta, básicos para un desarrollo geográficamente más armónico. Su visión sobre el turismo quedó cristalizada en el Parque Rivadavia y sus túneles. Pero más adelante vino el terremoto del año 44 y su violento impacto en la estructura económica con la reconstrucción. No hay cifras exactas pero se estima en el equivalente a miles de millones de dólares la inversión que hizo falta para que tuviéramos la que en su momento con justicia llamamos la ciudad más moderna del país.
El centro de gravedad de las actividades giró a la construcción y los hijos de los terratenientes de aquél entonces salieron de la finca para hacerse ingenieros, abogados, contadores, en general titulares de profesiones liberales. El proceso duró un par de décadas con eje en el Consejo Nacional de Construcciones Antisísmicas y Reconstrucción de San Juan, conocido por su sigla Concar o simplemente como ‘Reconstrucción‘. De allí surgiría un grupo de ingenieros con desempeño posterior en altos cargos nacionales por su gran experiencia dado que pocas veces una ciudad, al igual que La Plata, es construida de golpe, de una vez, como lo fue San Juan en aquellos años de fuerte flujo de fondos públicos y privados con ese destino. Luego, grandes sequías en la década del 60, hicieron retroceder aún más a la agricultura que volvió a ceder espacio a manos del Estado. Un joven ministro de aquellos años, que aún vive, cuenta que en una reunión de gabinete alguien dijo: ‘cuidado que en cualquier momento superaremos los 5 mil empleados‘. Una provincia sin diques pareció no tener alternativa pero volvió a aparecer el boom del Resero blanco sanjuanino, los impresionantes volúmenes de despachos diarios de caldos a Buenos Aires hasta que la recordada especulación financiera de Greco y la mala ley de envasamiento en origen asestaron otro golpe a la ‘industria madre‘. La administración pública se agrandó y la dependencia de los fondos nacionales se hizo patente en la expresión de un gobernador de los 80 que me dijo: ‘si nos bajan los fondos de coparticipación, tenemos que irnos y apagar la luz‘. Mala expresión para su cargo, pero con brutal realismo. No obstante, la emergencia pareció desarrollar el ingenio político para meternos casi de colados en la promoción industrial de la ley 22.021 que tendría luego sus ampliaciones en los diferimientos impositivos para el agro y el turismo.10 años más tarde, el Censo Nacional Económico nos descubría una jurisdicción en que la industria manufacturera agregaba valor por escasos puntos menos que la provincia de Buenos Aires. San Juan había pasado a ser no una provincia con industrias, sino una provincia industrial. Desde ya que en todo ese tiempo estuvo presente un comercio en auge y también fueron aumentando los servicios financieros y de infraestructura. En cierta ocasión y a la vez que la industria crecía, se comentó que San Juan había agotado los viveros de plantas de olivo en el mundo, fue cuando en el furor de los diferimientos de promoción agrícola una hectárea de arenal sin derecho de agua en 25 de Mayo se llegó a vender en 2.500 dólares. Hoy vale menos de la quinta parte. Y finalmente, la gran minería, la de metales. Había estado presente en los sueños y proyectos porque el mineral no se mueve de lugar. Un tiempo razonable de estabilidad de variables y la seguridad jurídica que trajo la democracia hicieron su trabajo para que llegaran inversiones de escala semejante a la reconstrucción de los 50 y para que la provincia volviera a dar un volantazo económico y cultural semejante al que antes había provocado la industria. Se crearon empresas de la nada, se conoció management de nivel internacional como para justificar que una nueva clase dirigente iniciara el reemplazo de quienes crearon y continuaron la valiosa Federación Económica. Como se ve, lejos la búsqueda caprichosa de intentar salir por el mismo camino, desde hace más de 50 años que los sanjuaninos nos venimos adaptando con inteligencia a las oportunidades del momento. Un nuevo cambio golpea la puerta con las energías alternativas, el presente desarrollo cultural y turístico y la joya del túnel de Agua Negra.

