El auge vitivinícola del Valle de Calingasta en la última década, que ha incrementado en un 58,4% su superficie (todavía es pequeña, con 106,6 ha) y que cuenta con 2 bodegas boutique, tiene prácticamente el 80% de su producción en zonas propensas a heladas, según se desprende de un estudio preliminar realizado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), a pedido del municipio y financiado (250.000 pesos) por el Consejo Federal de Ciencia y Tecnología de la Nación.

Los profesionales vienen desde hace 13 meses evaluando las condiciones agroclimáticas de 7 distritos calingastinos: Sur de Barreal, Sorocayense, Hilario, La Isla, Tamberías, Barrealito y Puchuzum. Ubicaron a la zona Norte (ver infografía) como la más apta para el desarrollo de este cultivo. Lo paradójico es que allí apenas se ubican no más de 25 hectáreas y el resto está en lugares donde las temperaturas extremas mínimas ponen en riesgo la producción.

Que las autoridades del departamento apunten al desarrollo vitivinícola tiene, tras bambalinas, un argumento que está atado a la fuerte caída de la superficie de cultivos tradicionales de la zona, como la manzana o el ajo, que dejaron de ser competitivos. El lado positivo, es que por sus características, Calingasta tiene tanto potencial vitivinícola como el prolífico Valle de Pedernal, en el departamento Sarmiento.

Calingasta tiene la particularidad de tener temperaturas mínimas extremas que rayan el límite de la tolerancia. Su altitud es un condicionante de peso en esta ecuación, y es clave poner el ojo en las condiciones climáticas que ofrece cada rincón del departamento. A modo de ejemplo, en el crudo invierno pasado en el sur de Barreal el mercurio llegó hasta los -18ºC, mientras que en Puchuzum alcanzó los -6ºC, según se desprendió de los números que arrojó la estación meteorológica ubicada en la Finca Las Cortaderas, en Barreal. La altitud de cada distrito es determinante para esta brecha: Barreal está a unos 1.645 metros sobre el nivel del mar, y el Norte del departamento (Villa Corral o Puchuzum) promedia los 1.340 msnm.

‘’Cuando comienza la etapa de brotación y la temperatura es de solamente -2ºC, ya se atenta el nivel de producción. A medida que avanza el brote la sensibilidad al frío es mayor. Por eso resulta clave conocer los extremos de frío en cada lugar y darle herramientas a los viñateros para el manejo en ese tipo de eventos climáticos’’, explicó Facundo Vita, coordinador de este programa del INTA.

Otra parte de los estudios del INTA pasan por probar otros varietales, más allá de las que ya se han implantado en la zona como el Malbec, Syrah, Cabernet Sauvignon o Blanc. Para ello, se van a instalar parcelas experimentales para seguir el comportamiento. La tercera y última etapa, es la vinificación de las variedades más importantes, con la idea de detectar las diferencias de estos ‘’caldos de altura’’: ‘’Entendemos que se pueden hacer vinos de muy buena calidad, porque la altitud es un ingrediente determinante’’, apuntó Vita.