Había un clima de alegría en la escuela, porque los padrinos, policías jachalleros, habían llegado con regalos por el Día del Niño. Sin embargo uno de esos chicos, una nena de 11 años, no pudo integrarse a ningún grupo. Más de uno la había visto llorar, escondiéndose detrás del jardincito. Hasta que los uniformados decidieron partir y ella buscó acercárseles, justo cuando el patrullero se iba. ‘Si querés los llamo’, le sugirió la portera, sin pensar que la inquietud de esa nena nada tenía que ver con los festejos; ese día quería decirles que la habían violado y se lo relató a esa mujer, que en el acto se lo informó a la maestra. La menor entonces repitió a la docente lo del abuso que había sufrido a manos de su padrastro. Y el caso fue denunciado el 24 de agosto de 2022.

Enseguida, los psicólogos conocieron detalles de cómo había sido la agresión. Así, supieron que todo pasó el 13 de setiembre de 2017 (por entonces tenía 7 años), porque lo anotó en un papel que guardó casi por un año. También conocieron que el ataque había ocurrido en la siesta de aquel día, en la habitación de una tía, porque en ese momento ese hombre era pareja de su madre y todos vivían en la casa de su abuela materna. Una amenaza había servido para callarla, hasta que decidió que era hora de hablar. Se lo contó a su mamá el día de su cumpleaños, en marzo de aquel 2022, pero la joven le dijo que cómo podía ser, que con esas cosas no se jugaba, la abrazó y no le preguntó nada más. Su hija tampoco volvió a decirle nada.

Sin embargo, en agosto vio que podía contárselo a los policías y no pudo, pero no se quedó callada y se lo dijo a la portera y a su maestra.

Cuando cayó preso su expadrastro L.H.G. de 30 años (no se lo menciona para preservar a la menor), negó haber atacado a su exhijastra y buscó instalar la teoría de que la denuncia pudo ser gestada por su expareja. Pero las pruebas en contra de esa versión pesaron más en el análisis de los investigadores. Eso incluyó el relato de la menor, los testimonios de su madre, su abuela, la portera y su maestra, y sobretodo, el informe médico en el que se precisó que la nena presentaba desgarros incompletos en su zona genital.

Al llegar a juicio, Oscar Torres, abogado del imputado, se quejó de que los anteriores defensores no hubieran introducido prueba clave para intentar desligar o atenuar la responsabilidad de su cliente que, de todos modos, admitió su autoría en la violación de la menor y aceptó la pena que acordó con el fiscal, Daniel Galvani: 8 años, castigo que finalmente le impuso el juez de la Cámara Penal, Juan Bautista Bueno de la Cruz.