El triunfo de Rodrigo Paz Pereira pone fin a la hegemonía del MAS y abre un ciclo de reformas económicas moderadas que buscan estabilizar el país y evitar una crisis social.

La reciente elección presidencial en Bolivia marca un punto de inflexión histórico. Tras más de veinte años de dominio del Movimiento Al Socialismo (MAS), el país ha decidido cerrar una extensa etapa caracterizada por el intervencionismo estatal y la centralización del poder político y económico. El nuevo presidente, Rodrigo Paz Pereira, del Partido Demócrata Cristiano, asumirá el próximo 8 de noviembre con la misión de conducir a Bolivia hacia una etapa de estabilidad, apertura y reconstrucción institucional.

El modelo estatista del MAS, que durante sus primeros años generó inclusión y crecimiento, terminó por convertirse en una trampa estructural. La falta de diversificación productiva, la dependencia energética y el aumento del gasto público llevaron a un escenario de estanflación: una economía paralizada con inflación del 18,33 %, reservas internacionales en caída y déficit comercial creciente. El gobierno saliente de Luis Arce defiende su gestión, pero los indicadores reflejan una realidad insostenible que obligó al país a revisar su rumbo.

El nuevo gobierno enfrenta desafíos inmediatos: garantizar el abastecimiento de combustibles, renegociar la deuda externa y promover la inversión privada sin provocar un estallido social. Paz Pereira propone una apertura gradual a las inversiones extranjeras, la reducción del tamaño del Estado y un pacto político amplio para sostener la transición. No será tarea fácil, pero la legitimidad de su triunfo -con el 54 % de los votos frente al liberal Jorge Quiroga- le otorga un margen de maniobra inicial que deberá administrar con prudencia.

El electorado boliviano ha optado por un cambio moderado, rechazando tanto la continuidad del estatismo como el salto liberal que proponía Quiroga. Es un mandato de equilibrio avanzar hacia una economía más abierta, pero sin renunciar a la justicia social que inspiró los primeros años del proceso iniciado por Evo Morales.

Bolivia inicia así una nueva etapa institucional que requerirá responsabilidad política, transparencia y capacidad de consenso. Superar el agotamiento del modelo estatista no será solo una cuestión económica, sino también moral. Reconstruir la confianza de una sociedad cansada de promesas y polarización. El país tiene ante sí la oportunidad de reinventarse. El desafío será no desaprovecharla.