Con el ciclo lectivo llegando a su fin, la provincia pone en marcha un engranaje ya conocido pero siempre desafiante: la organización de las colonias de vacaciones destinadas a niños, personas mayores y personas con discapacidad. Se trata de un dispositivo social de enorme alcance -25 mil participantes distribuidos en todos los departamentos- que solo es posible gracias a la articulación entre el Ministerio de Familia y Desarrollo
Humano y cada municipio, responsable de la logística local, las inscripciones y el funcionamiento operativo de cada sede. Como cada año, las colonias recibirán a partir de enero de 2026 a niños de 6 a 12 años, a personas con discapacidad desde los 6 años y a adultos mayores de 60. Lejos de ser únicamente un espacio recreativo, la colonia se convierte en un entorno donde la contención, la seguridad y la inclusión deben ser pilares indeclinables. De allí la importancia de garantizar no solo actividades divertidas, sino también atención acorde a las necesidades psicofísicas de cada participante. No se trata solo de juegos y piscinas. La presencia
de personal capacitado es indispensable para asegurar que todos disfruten sin riesgos. Profesores de educación física, guardavidas, monitores preparados, instructores en diversas disciplinas artísticas y profesionales idóneos deben ser parte del plantel, junto con servicios de salud que contemplen la realidad de quienes padecen enfermedades crónicas o limitaciones propias de la edad.
La inclusión de equipos médicos -desde clínicos hasta kinesiólogos- no puede ser un anexo improvisado. La participación de adultos mayores exige protocolos claros para emergencias y una supervisión
permanente. Lo mismo ocurre con las actividades artísticas, que deben estar guiadas por docentes formados para estimular habilidades y creatividad sin descuidar la diversidad de condiciones.
Otro aspecto fundamental es la educación en hábitos saludables. Las colonias tienen la oportunidad de ser un puente entre la recreación y la formación, transmitiendo nociones de nutrición y cuidado personal
que los chicos puedan llevar a sus hogares y replicar entre sus familias. La inscripción, acompañada de fichas sanitarias completas, es una medida indispensable. Que los municipios exijan información detallada y seleccionen personal competente eleva la calidad y la seguridad de cada colonia, evitando improvisaciones que pueden costar caro. Las colonias de verano no son un simple entretenimiento estival. Son una política pública de alto impacto. Asegurar su calidad es asegurar derechos.
