El fin de 2025 deja una certeza difícil de ignorar. Argentina se consolidó como uno de los países con mayor potencial de cobre del planeta, con más de 63 millones de toneladas de reservas probadas enterradas bajo la Cordillera de los Andes. Sin embargo, esa riqueza sigue siendo, en gran medida, una promesa inmovilizada. La ausencia de rutas, energía y logística mantiene al cobre argentino cautivo, especialmente en provincias mineras como San Juan, que concentran algunos de los proyectos más relevantes del país.
Los números ilustran con crudeza esta contradicción. Según la Cámara Argentina de Empresas Mineras (CAEM), ocho proyectos de cobre demandan inversiones superiores a los 22.000 millones de dólares y podrían generar exportaciones anuales por unos 11.000 millones. A pesar de ese potencial, la realidad muestra que Argentina exporta diez veces menos cobre que Chile, aun cuando sus yacimientos presentan, en muchos casos, mejor ley mineral. El problema no está bajo tierra, sino sobre ella.
El contraste regional es contundente. Chile participa con cerca del 25% de la producción mundial de cobre y exporta alrededor de 57.000 millones de dólares anuales en productos mineros. Argentina, en cambio, apenas supera el 1% de la producción global y sus exportaciones mineras totales alcanzaron los 5.400 millones de dólares en 2024. La brecha no responde a falta de recursos ni de interés inversor, sino a una histórica carencia de infraestructura.
Los principales proyectos cupíferos argentinos —El Pachón, Josemaría, Los Azules, Taca Taca y Mara— comparten una característica central: están ubicados a más de 4.000 metros de altura, en zonas despobladas y sin caminos adecuados ni redes eléctricas de alta tensión. El caso de Josemaría es paradigmático. Lundin Mining advirtió que el proyecto requiere una línea de transmisión de 550 kilovatios y una nueva ruta de 220 kilómetros en plena montaña, obras que exceden largamente el alcance de una empresa aislada.
La propia Secretaría de Minería de la Nación reconoció esta limitación en su documento “Requerimiento de Infraestructura para el Desarrollo del Sector Minero”, donde enumeró obras clave para Cuyo: ampliación de rutas nacionales, pavimentación del túnel de Agua Negra, mejora de caminos provinciales y reactivación de ramales ferroviarios abandonados.
La fragilidad del sector también quedó expuesta tras el cierre de Bajo la Alumbrera. La producción de cobre, que alcanzó su pico histórico en 2002 con más de 200.000 toneladas, cayó a apenas 14.500 toneladas en 2024, con exportaciones marginales.
