El pasado viernes 21 de noviembre, la Iglesia vivió una escena que sintetiza la era que transitamos. El Sumo Pontífice dialogando por videoconferencia con miles de jóvenes congregados a más de ocho mil kilómetros de distancia, en Indianápolis, en el corazón de Estados Unidos. León XIV no solo aprovechó la tecnología como vehículo, sino que la convirtió en un mensaje en sí mismo. Invitó a los jóvenes católicos a descubrir que las herramientas digitales, bien utilizadas, pueden ser aliadas para vivir y profundizar la fe cristiana.
El encuentro se desarrolló durante la Conferencia Nacional de la Juventud Católica, donde el Papa conversó con seis jóvenes que representaron las inquietudes de los más de 15.000 presentes. Los temas abarcaron un espectro amplio y sensible. Desde los sacramentos y la misericordia de Dios hasta la salud mental, la inteligencia artificial y el futuro de la Iglesia. La amplitud de los asuntos tratados mostró a un Pontífice dispuesto a transitar con naturalidad los desafíos del mundo contemporáneo.
Uno de los puntos en los que León XIV puso especial énfasis fue la importancia de no caer en la tentación de interpretar la vida eclesial desde categorías políticas. Recordó que la Iglesia es un espacio de fe, misión y servicio, no un territorio para simplificaciones ideológicas. Su llamado a preservar la identidad espiritual frente a la polarización contemporánea resonó con fuerza entre los jóvenes.
En relación con la misericordia divina, el Papa ofreció una reflexión cercana y humana. Reconoció que a todos nos cuesta pedir perdón y aceptar el perdón de Dios, pero reafirmó que ‘Dios nunca se cansa de perdonar; somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”. Fue una invitación directa a redescubrir el sacramento de la reconciliación como un acto liberador, no como una carga.
Cuando surgió el tema de la salud mental, León XIV mostró sensibilidad pastoral y comprensión del sufrimiento silencioso que atraviesan muchos jóvenes. Y al hablar de tecnología, valoró que hoy sea posible unir a personas separadas por océanos, insistiendo en que lo digital no debe reemplazar la vida comunitaria, pero sí puede fortalecerla.
Su mensaje final fue simple y profundo, crecer en la amistad con Jesucristo y ser miembros activos de la comunidad parroquial. En tiempos de hiperconectividad y dispersión, ese llamado a construir vínculos reales, nutridos también por un uso sano de la tecnología, es más necesario que nunca.
