En Barreal, en Calingasta, se levanta una estructura monumental que representa una de las mayores apuestas científicas de la Argentina moderna. El radiotelescopio chino-argentino (CART). Su enorme antena parabólica, de 40 metros de diámetro y 60 de altura, es mucho más que una proeza de ingeniería. Es el símbolo de una colaboración científica de frontera en el campo de la radioastronomía, la geodesia y la georreferenciación, destinada a mejorar la precisión del GPS y el rastreo satelital desde el hemisferio sur.

Sin embargo, un proyecto que ya se encuentra en su etapa final enfrenta hoy un obstáculo inesperado. La falta de renovación del convenio entre el CONICET y las instituciones chinas, sumada a una nueva resolución gubernamental que exige la aprobación del Ministerio de Defensa para proyectos especiales, ha paralizado temporalmente su avance. Este limbo administrativo amenaza con poner en pausa una inversión de 36 millones de dólares, de la cual depende una infraestructura científica sin precedentes en Sudamérica.

Desde la Universidad Nacional de San Juan, particularmente desde la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, se desmintió categóricamente que el proyecto esté cancelado. Las autoridades universitarias aclararon que no han recibido ninguna notificación oficial del Gobierno Nacional, y que las versiones sobre una eventual baja responden a confusiones o interpretaciones erróneas. El CART, recordaron, es un radiotelescopio de investigación científica, no un radar de vigilancia como algunos rumores sugieren.

El riesgo de perder un emprendimiento de esta magnitud no es menor. Significaría desperdiciar años de cooperación técnica, esfuerzo académico y un salto tecnológico que coloca a San Juan -y a la Argentina- en el mapa mundial de la astrofísica avanzada. A su vez, pondría en cuestión la credibilidad del país en materia de acuerdos internacionales de ciencia y tecnología.

El CART no es solo un proyecto científico, es un puente entre naciones, una oportunidad de desarrollo intelectual y una puerta abierta al conocimiento del universo. Dejarlo inconcluso sería una derrota no solo para la ciencia, sino también para la visión de un país que aspira a construir futuro desde el saber y no desde la sospecha.

Preservar y completar el radiotelescopio de Barreal es una obligación ética, científica y estratégica. Que la política no le apague el cielo a la ciencia.