Es un hecho comprobable que la lectura es un canal que abre paso a la adquisición de conocimiento, por ello no tener el hábito de la lectura genera pérdida de pensamiento crítico, que entre otras consecuencias ocasiona que las personas sean más vulnerables a la manipulación y al engaño.

Si bien la mayor deficiencia en el hábito de lectura se observa en los niños y adolescentes que cursan los distintos niveles educativos, primarios o secundarios, también puede percibirse en el resto de la población, tanto en las personas que cuentan con un nivel medio de instrucción, como los que carecen de una formación académica y se dedican a oficios u otras actividades que no los motiva a abrazar la lectura para ser incorporada a sus respectivos estilos de vida.

Los porcentajes que se manejan en relación al hábito lector que desarrollan cada uno de los grupos que conforma la sociedad comienzan a ser alarmantes. Se ha determinado en nuestro país que solo 1 de cada 10 alumnos se ubica en el nivel de desempeño más alto en lectura, cuando para el resto de la región el promedio es de 2 cada 10 alumnos. En forma particular Brasil y Perú se encuentran mejor que la Argentina al contar con un promedio de 3 de cada 10 alumnos.

Las autoridades educativas a nivel nacional, al haber observado esta deficiencia lanzaron un plan de alfabetización, que se originó en la provincia de San Juan, para abordar la problemática de la alfabetización y mejorar la comprensión lectora de los estudiantes.

Se considera que con un fortalecimiento de la enseñanza de la lectura en las escuelas y en otros ámbitos públicos como las bibliotecas populares o ferias literarias, se podrá promover un enfoque integral en la enseñanza de la lectura, a fin de que abarque la comprensión literal, inferencial y crítica. De todas formas es fundamental de que la lectura sea promovida en todos los ámbitos posibles, es decir en la familia, la escuela y la comunidad.

En estos días se han conocido algunas estadísticas sobre los niveles lectores de los ciudadano medio, determinándose que en promedio los argentinos leen 1,6 libro por año, aunque hay algunas mediciones más optimistas que señalan que determinados sectores sociales ese valor llega a 4,6 libros por año.

A pesar de que los expertos y la gente vinculada a la educación y cultura consideran que la mejor forma de leer es a través del soporte de papel, se ha llegado a la conclusión que el formato digital y los audiolibros están ganando terreno, especialmente en los sectores de los jóvenes.

Otro dato preocupante es que a pesar de la importancia que se le otorga a la lectura, los argentinos estamos por debajo de la capacidad lectora en relación a otros países de la región, que han logrado mejoras significativas en este hábito que se desarrolla más por placer que por estudio o trabajo. A estos sectores son los que hay que apuntar, fomentando una cultura lectora aunque haya que enfrentar los avances tecnológicos que han ido deteriorando el gusto por la lectura.