Siete meses han pasado desde la muerte de Lucía Rubiño, la jovencita que a sus 16 años fue víctima de una presunta picada de autos. Su mamá es Belén Montilla, bailarina, coreógrafa y maestra; directora del Estudio BM y de la compañía Cuerpos, quien poco a poco -cuando puede y como puede, dirá- intenta ir recuperando partecitas de su vida, que quedó mutilada el 15 de octubre de 2023. Es ahí donde, además del sostén que son sus afectos -afortunadamente muchos- reconoce en la danza un puntal que la ayuda a ponerse de pie. Muestra de eso es Ajedrez, obra que creó y dirigió para su ballet en 2022, que el año pasado condujo Florencia Arce y que hoy volverá a escena dirigida por Julia De Nardi (ver aparte). Es la primera vez desde esta tragedia que todo lo resignificó, que una obra suya vuelve a las tablas. Que sea en manos de De Nardi, como pasó antes con Arce, tiene que ver con el interés de Belén de que sus creaciones y sus bailarinas se enriquezcan con otras miradas; pero también con el estado indescriptible al que la arrojó la muerte de Lucía, apenas unos años después del fallecimiento de Valentina, su otra hija, a raíz de una enfermedad. Ajedrez no es una obra más, menos ahora y por varios motivos. Y por eso este reestreno, tampoco lo es.

“Encarar Ajedrez sin Lucía es todo un desafío. La historia surgió porque luego de Apego, que tuvo que ver con Valentina, de Señales, Metamorfosis y Revoluciones, un amigo me dijo ‘Basta de obras autobiográficas’… Y al final, termina siendo muy autobiográfica. Volvemos al tablero, a jugar, a elegir cómo jugar y me siento un peón tratando de avanzar, pese a todo”, marcó con dolorosa serenidad en diálogo con DIARIO DE CUYO Montilla. “Es otra partida y la vida te vuelve a poner en la lucha… En ningún lugar decía que no te iba a volver a pasar… Entonces ser peón es mi elección, para no rendirme, para seguir luchando, porque si no, se acaba el juego”, se explayó. “Pero a su vez Ajedrez es amor, porque aunque es una obra mía, es de la compañía también; y si bien Lucía no la bailó, porque son chicas más grandes, se crió entre ellas y estuvo detrás en todo momento. Ahora la dirige Juli, que ha sido un pilar fundamental en esta etapa, haciéndose cargo de lo que no podíamos, porque Cuerpos tampoco podía. Es una obra que está hecha en capas, como yo, ahora desde el amor de toda esta gente, de otro modo no se podría”, declaró la bailarina, quien se permitió esa sonrisa necesaria que le arranca sentarse frente a Ajedrez como espectadora… Posible tal vez, como acotó Marianela Fiol -una de las protagonistas- porque es una creación que no nació con la carga dramática de sus predecesoras. Es más bien “una caricia al alma”, la define Belén, que hace poquito volvió a dar clases a las chiquitas del estudio, empezó a hacer cerámica y retomó la conducción del Teatro de Albardón.

“De verdad creí que no iba a poder volver a sentir eso que siento cuando veo la obra y veo a estas chicas en escena, también poniendo el alma pese a todo. La disfruto desde mi admiración a Julia y a las chicas que fueron mis alumnas y que hoy juegan por mí. A siete meses de lo de Lucía, me permito decir que en la danza se enciende algo que se apagó, como ya me pasó y vuelvo a descubrir. La danza me ha salvado siempre, también poniendo en mi camino a personas como Rufino (Palomas, su tío) que me llevó a danza cuando era pequeña; mis maestros, Violeta (Pérez Lobos) y tantos más”, agregó la coreógrafa, que claramente también se apoya en Lucía.

“Hay un escrito que ella dejó, que pude ver recién hace un tiempo, donde dice lo que yo era para ella, el sostén que éramos mutuamente, porque compartíamos el amor por la danza, pero también muchísimas cosas más. Cuando pasó lo de Valentina, ella y Simón, mi hijo, lo vivieron a pleno y se ocuparon de que yo no cayera. ‘¿Qué le pasa, señora?’, me decía la Luchi cuando me veía triste”, confió Montilla, antes de compartir una intimidad.

“Cuando volví al instituto después de mucho tiempo, Marianela me dijo ‘¿Te animás a marcar algo?’ y de repente me vi haciendo unos movimientos; y después sentí una culpa inmensa por esa sensación de disfrute, que es distinto, porque ya todo es distinto. Pero estoy muy conectada conmigo y aprendo día a día a ver que ese disfrute también me conecta con Lucía, porque ella tenía la preocupación permanente de que yo estuviera bien… Hasta el final, porque su último mensaje fue ‘Estoy bien, vení tranquila’… ¿Qué es eso sino un tremendo acto de amor? La perspectiva me permite ver lo que quería Lucía de mí. Mis hijas son luz y de esa luz me nutro”, detalló Montilla con lágrimas en los ojos, y dejando en claro que el arte es oxígeno, no evasión.

“La danza es lo que amo hacer, es vida, aire puro. Si el arte no hubiera estado en mi vida, no sé… pero está muy lejos de ser una evasión, porque es muy introspectivo y ahí me encuentro con lo que soy y con lo que llevo. Y siento que de eso surgirá algo, no sé, en ese proceso estoy. Por ahora es un signo de pregunta, ‘¿Qué hay después de esto?'”.

Mientras, Belén procura sobreponerse -con amor y arte- al tironeo entre “lo terrenal y lo espiritual” al que una y otra vez la empuja “la causa”, intentando, como expresa, no perderse en ese debate tan humano. “¿Qué tendría que hacer? ¿Ir llena de odio, de ira, a gritarles a todos ellos lo que yo tuve que ver, que sentir, que vivir para que actúen pensando en las víctimas y no en quién hay que favorecer? Esa no es Lucía, ni soy yo. Para atrás no puedo hacer nada. Si pudiera elegiría tantas cosas… Pero no se puede. Estoy aquí y ahora, y en este aquí y ahora hay que ver cómo seguir. Claro que tampoco puedo seguir como si no hubiera pasado nada. Entonces con esto que queda de Belén, con esta Belén de los que amo y me sostienen, sigo. Y cuando me pierdo, vuelvo a ella, a lo que necesito aprender, al para qué…”.

Conmovida sin estridencias, profunda y clara, con una templanza que -dice- preferiría no haber adquirido, porque ha sido a golpes, sentencia: “La verdad es que yo abro la puerta de mi casa y Lucía no está. Entro a su dormitorio, están sus cosas, sigue su olor, pero ella no. Y entonces, hay sólo dos salidas… Elijo la paz, para honrarla día a día. Y no olvidar. Esa será mi pequeña misión”, concluyó la bailarina en esta danza descarnada, con el corazón en la mano.

“Quién sabe si el mundo no será, en resumidas cuentas, más que eso: Un gran tablero de Ajedrez”, dice la presentación de la obra de danza contemporánea que subirá a escena hoy a las 21.30 hs en Sala TeS, a cargo de Cuerpos (Sol alcalde, Valentina Fiol, Sofía Montilla, Florencia Arce, Micaela Montiveros, Marianela Fiol, Ana Paula Riveros y Paz Ovallez) y dirección de Julia De Nardi. Entradas $4.000 en boletería y evenbrite.com.ar.