San Juan enfrenta, año tras año, con los incendios un desafío que parece no dar tregua. Las estadísticas que maneja la División Bomberos de la Policía de San Juan son tan elocuentes como preocupantes. Con más de mil intervenciones anuales -un promedio de diez por día-, el fuego se ha convertido en un enemigo constante que exige no solo esfuerzo operativo, sino también conciencia colectiva.
Aunque los incendios rurales suelen acaparar la atención por su magnitud y por el impacto que generan en comunidades y economías locales, la realidad es que la mayoría de los siniestros tiene origen doméstico. Instalaciones eléctricas defectuosas, sobrecargas en tomacorrientes y el uso de mangueras de gas no homologadas son las causas más recurrentes. Situaciones cotidianas que podrían evitarse con simples medidas de mantenimiento y prevención, pero que terminan desencadenando tragedias costosas y evitables.
En este contexto, el papel de los bomberos -tanto los de la Policía como los cuerpos voluntarios que existen en la mayoría de los departamentos- resulta esencial. Son ellos quienes acuden en los primeros minutos, muchas veces con recursos limitados y a costa de su propio riesgo, para salvar vidas, bienes y espacios naturales. La comunidad sanjuanina les debe no solo reconocimiento, sino también apoyo material sostenido, con equipamiento, capacitación y fondos que aseguren su operatividad ante una demanda que no cesa.
El hecho de que las cifras de incendios no hayan aumentado en el último año puede interpretarse como una señal alentadora. Sin embargo, mantener los números no es suficiente. El objetivo debe ser reducirlos, y para eso hace falta una política integral de prevención que involucre al Estado, a las instituciones educativas y a los propios ciudadanos. Campañas permanentes sobre el uso seguro de la electricidad y el gas, inspecciones regulares y programas de concientización pueden marcar la diferencia.
Los incendios no son solo una cuestión de azar o de clima, son en gran medida una consecuencia de la desatención. San Juan tiene la experiencia, los recursos humanos y la voluntad para lograrlo. Lo que falta es convertir la prevención en una prioridad cotidiana.
