La agresión sufrida recientemente por una directora de una escuela que funciona en Villa América, tradicional barriada de la ciudad Capital de San Juan, por parte de la madre de un alumno, vuelve a colocar en agenda un problema grave y doloroso: la violencia que se ejerce, cada vez con más frecuencia contra los docentes.
Este último caso al que se hace mención no se trata de un hecho aislado, sino que cada vez se está dando con más frecuencia situaciones en las que los maestros y directivos reciben insultos, son amenazados o directamente golpeados por los padres o familiares. Lo que ocurre es que estos últimos, en vez de dialogar o plantear inquietudes, descargan sus frustraciones con violencia.
Antes de llegar a esta situación, se debe tener en cuenta que estos actos de violencia, vulnera no solo la integridad física y emocional, sino también a todo lo que sostiene al sistema educativo.
Resulta muy preocupante que estas agresiones se naturalicen como si fueran parte del riego laboral. No se puede aceptar que la docencia se convierta en una profesión signada por el miedo. Los educadores merecen protección, acompañamiento institucional y un marco legal que sancione con firmeza a quienes ejercen violencia contra ellos.
La familia y la escuela deben volver a ser aliadas como tradicionalmente lo fueron y no contrincantes como se ha venido planteando en los últimos tiempos, en los que hay padres que en vez de agradecer la disciplina impartida por los maestros, salen a enfrentarlos para complacer a los hijos.
El caso de Villa América, a pesar de no ser el primero ni el último del que estaremos dando cuenta, es un llamado de atención para las autoridades o aquellos funcionarios a los que les corresponda defender a los docentes.
Se dice que defender a los docentes es defender el derecho de nuestros hijos a aprender en un entorno adecuado y seguro.
La tarea de enseñar que realizan los docentes, debe ser protegida de tal forma que sigamos teniendo escuelas formadoras y no simple ámbitos en que los niños van a pasar el tiempo.
La escuela debe ser un espacio de respeto y aprendizaje y el docente considerado como aquella persona que dedica su vida a formar a las nuevas generaciones, muchas veces con recursos escasos y en contextos adversos, por lo que hay que apoyarlo en todo sentido, especialmente brindándole seguridad y confianza del lugar en el que se encuentra.
