La Navidad que estamos a punto de celebrar debe servirnos para comprender que tenemos suficientes motivos como para agradecer a nuestro creador por los dones y las posibilidades que nos proporciona para afrontar una vida que, aunque en ocasiones parece muy difícil, luego se encamina mostrándonos numerosas perspectivas que nos ayudan a salir adelante.

Es cierto que nos tocan transcurrir momentos complicados y que hay muchos sectores de la sociedad, menos favorecidos, que atraviesan situaciones difíciles. Pero también es cierto que la esperanza siempre está presente como un bálsamo que nos ayuda a creer que la vida puede ser distinta y que tendremos la posibilidad de enderezar el rumbo de las cosas para que estas sean favorables. Es la esperanza que todos tenemos cada día que nos levantamos y salimos a buscar nuestro destino, con el convencimiento de que con tenacidad y esfuerzo se pueden alcanzar objetivos que por momentos nos parecen distantes.

Hemos dicho en otras ocasiones que la Navidad es el momento indicado del año para que todo renazca a la vida. Debemos tenerla como punto de partida y meta de llegada de todo proyecto de vida, porque así como el niño Jesús nació a los ojos de la humanidad en un humilde pesebre para convertirse en el rey de reyes, los hombres de buena voluntad tienen la posibilidad de renacer a la vida para hacer de esta sociedad un ámbito adecuado para vivir mejor. La clave está en alcanzar patrones de comportamiento que no solo estén vigentes en Navidad o las otras fiestas, sino que prevalezcan durante el resto del año para garantizar la buena convivencia, el buen trato, los buenos modales, el apoyo moral y la comprensión que entre todos debe existir cuando se tratan temas de interés común que atañen a todos los sectores de la sociedad.

Navidad no es solo una fiesta para hacerse regalos, preparar una buena comida y pasar un momento grato con familiares y amigos. Es una fecha que debe servir para comprender que desde la humildad y desde los sectores que a veces quedan relegados por distintas circunstancias, como le ocurrió a aquella solitaria pareja que llegó hasta Belén, pueden surgir grandes cosas. Grandes milagros y realizaciones que solo fueron posible porque hubo gente que creyó en ese modesto pesebre y comprendió el mensaje que Dios nos estaba enviando.

Sin dejar de lado el trabajo y la búsqueda del hombre por hacer cada vez más grande su tierra, su provincia o su país, no hay que dejar de ver las señales que nos indican la forma correcta de actuar. La solidaridad, la honestidad y, por sobre todo, la misericordia con el prójimo deben prevalecer en una sociedad que quiere seguir viviendo en paz y armonía. En nuestro ámbito tenemos todos esos elementos, solo debemos saber conjugarlos para alcanzar una vida plena, llena de realizaciones personales y familiares. Los sanjuaninos y argentinos tenemos la dicha de vivir en paz y haber desarrollado un potencial que nos permite tener la esperanza de un futuro mejor. Aprovechemos esta Navidad como punto de partida de un destino que nos permite seguir mirando hacia adelante.