Llegó a San Juan hace unos días para capacitar de manera presencial a Gerardo Lecich y Marian Abraham -del Ballet San Juan Nuestro Tiempo; pero también para ofrecer hoy una Master Class (ya con cupos agotados) para bailarines, milongueros y público en general, desde las 13 hs en el Centro Cultural Estación San Martín. Son estos propósitos los que trajeron a la provincia a Mario Morales, por primera vez. Con una amplia trayectoria, este artista que se formó de manera autodidacta, se desempeña como coreógrafo y coach de bailarines profesionales; y ya tiene en su haber seis campeonatos en el Tango BA Festival y Mundial, además de 14 internacionales, sin contar otros nacionales. Justamente por esta razón se lo conoce en el ambiente como “el hacedor de campeones”. En un recreo, el maestro nacido en Mendoza y establecido en Buenos Aires hace tiempo, dialogó con DIARIO DE CUYO con muy buena predisposición.

Proveniente de una familia muy humilde que, en 1978, “tras terribles años de granizo que afectaron las cosechas y ante la desesperación económica”, partió a la capital del país, Morales supo desempeñarse como letrista, pero el amor por la danza porteña fue
más fuerte.

“Estudié muy poco porque nunca tuve el dinero para tomar clases”, afirmó sosteniendo que el tango apareció en su vida para quedarse y que su arte le permitió conocer más de 40 países, entre ellos, Rusia, Corea, Japón, Turquía e Italia, adonde viaja todos los años.

“¿Qué me atrajo de esta danza? El tango tiene un misterio insondable. No sabemos por qué un día nos llega y nos lleva de las narices. Es una pasión, una obsesión, algo más profundo. Te da y te pide, indirectamente con la obligación de transmitirlo, de devolverle un poco lo que te dio”, expresó una de las figuras fundamentales del género, quien
añadió que siempre se ocupó de la enseñanza, sin hacer “lo que hace el común de los artistas, que es pasar de ser bailarín a ser docente”.

“Un buen bailarín tiene que tener una cuota extra de capacidad y talento; y darse cuenta que lo que quiere hacer requiere trabajo. Tiene que brillar”

“A veces me pregunto ¿Por qué estoy acá? ¿Cuándo lo decidí? ¿Yo lo planifiqué? No lo sé. Alguien va manejando los hilitos desde algún lado y uno acompaña con el esfuerzo necesario y ese don natural, que vaya a saber por qué vino conmigo también. Tiene mucho que ver el destino y ese algo más”, reflexionó acerca de las fuerzas que lo llevaron a ser lo que es.

“He tenido la suerte de trabajar con bailarines que han logrado ser campeones mundiales en los mundiales que se realizan todos los años en Buenos Aires, en agosto. De alguna manera, por los resultados, siempre me llaman los aspirantes para que los prepare. Pero creo que el campeón está hecho y no se da cuenta. Lo que yo hago es tratar de descubrir el talento que ya hay dentro de cada uno, trato de quitar las cosas que tiene de más”, recalcó Mario. Y para describir mejor su ocupación, recurrió a una expresión atribuida a Miguel Ángel Buonarroti: “Cuando él trabajaba en la Capilla Sixtina, alguien le preguntó cómo hizo sus esculturas y su respuesta fue “Yo no hice nada, sólo quité los trozos de roca que impedían que se viera a la obra”. Y para mí esto es así, yo no fabrico nada. No se puede fabricar un artista”, subrayó.

“¿Qué tiene que tener? Vocación, pasión. Un buen bailarín, para concursar y tener la posibilidad de llegar a la final, tiene que tener una cuota extra de capacidad y talento; y darse cuenta que lo que quiere hacer requiere trabajo. Tiene que brillar. Y cada caso es distinto. No hay una estructura, un formato definido, hay que ver en base a lo que tenga ese artista o esa pareja, en la que es muy difícil lograr que las energías confluyan en algo artístico”, explicó el maestro, que subrayó que en sus clases, los alumnos tienen que “entender que hay cosas que por ahí están utilizando mal o no están utilizando”, para llegar a lograr un determinado objetivo.

“Al prepararse para competir, si ese amor por el tango no existe, todo lo demás se va a caer. Esa es la piedra fundamental. Tiene que haber algo más que amor”, destacó, reconociendo también que a lo largo de su experiencia hubo concursantes que costó moldear más que otros “por el egoísmo artístico que hay, cuando en realidad se trata de dos personas que tienen que abrazarse para lograr un objetivo en común”, apuntó.

“Sin embargo, siempre en la recta final, me doy cuenta si el bailarín o la pareja van a estar en la pelea o no. Y eso se sabe cuando logran expresar lo que tienen ganas y la capacidad que tienen, y especialmente cuando son capaces de mostrar todo eso. Capacidad pueden tener todos, pero saber mostrar eso en el momento adecuado, no lo hacen todos.
Eso se empieza a ver en la última etapa de la preparación”, agregó quien también dejó en claro que “en todo momento trato de ser muy claro” y que “cuando alguien no está para una competencia internacional, se lo hago saber, porque no se trata de una fabriquita tipo copy paste”. “Por eso digo que es un poco exagerado decir que soy “fabricante de campeones”, no sé quién lo habrá inventado. Puedo ayudar a que logren lo que dicen no lograr, pero nada más. No me hago cargo de que sea así”, reflexionó entre risas Morales, a sus 62 años, sobre ese mote que lleva dentro del ambiente tanguero, en el que además se dedica a crear coreografías para films -como hizo para El último tango- y a montar espectáculos, tanto en el exterior como en el país.