La decisión del gobierno nacional de reestructurar lo que hasta hace poco se conocía como la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos) y crear la ARCA (Agencia de Recaudación y Control Aduanero) ha puesto en el centro del debate la efectividad el sistema recaudatorio impositivo que hay en el país y la necesidad que existe de optimizarlo en vías de generar un sistema que sea más justo y que no castigue en exceso al contribuyente.

Está comprobado, como lo han señalado varios expertos en temas tributarios, que una excesiva cantidad de impuestos, a lo largo del tiempo generan una pérdida de recaudación en lugar de provocar el efecto contrario. La Argentina tiene actualmente más de 150 tributos vigentes, de los cuales solo 10 de ellos generan el 92% de la recaudación, es decir que hay margen suficiente para diseñar un mecanismo que simplifique esta gran carga tributaria. En este rumbo está la decisión de reestructurar la AFIP, una superestructura burocrática con elevado nivel de sueldos de sus funcionarios que ha demostrado no ser eficiente en su funcionamiento, al no haber alcanzado un desarrollo tecnológico adecuado y contar con excesivo personal que no está debidamente capacitado, y que en los últimos años ingresó al organismo favorecido por la coyuntura política de la gestión anterior. Se sabe que para el contribuyente argentino, pagar impuestos es de por si una tarea bastante penosa por las implicancias que tiene y el destino que se les ha estado dando a esos fondos, que en gestiones anteriores tenían como propósito solventar el déficit fiscal. Por eso hoy más que nunca hay que pugnar por profesionalizar los organismos de control, a fin de generar una independencia de criterio total que no dependa de ninguna ideología política ni de un partido gobernante.

Está comprobado que como se ha estado manejando la política impositiva, cada vez que creció el gasto público, también creció la presión tributaria, con impuestos distorsivos como el de las exportaciones, que solo lo tienen 12 países en el mundo y que no son los más exitosos en este rubro, y el del impuesto a los Ingresos Brutos, que tiene similar comportamiento.

Si nos remitimos a los ejemplos, Uruguay ha logrado llevar numerosos capitales argentinos hacia ese país, en base a que posee menos impuestos que la Argentina y que dispuso unas “vacaciones fiscales” por diez años dentro de lo que dieron en llamar “un cariño impositivo” que atrajo las referidas inversiones.

Por su parte Brasil fue el país latinoamericano que en la década del “90 derogó los impuestos a las exportaciones obteniendo de esa forma un boom productivo y de exportación.

Todo esto lleva a considerar que las medidas que se están tomando en materia impositiva van por el camino correcto, más allá que el ministro de Desregulación de la Nación, Federico Sturzenegger, haya dicho a los sectores de la producción que “no le pidan, por ahora, una baja de los impuestos, sino una reducción del gasto público”. Todo lleva a pensar que de haber una contención del déficit fiscal, luego puede venir la tan anhelada reducción impositiva, ya sea a través de menos impuestos o de una disminución del monto de los tributos, que ponga decididamente en marcha la economía del país, junto a las demás variables macroeconómicas que se están mostrando positivas.