Hemos señalado en otras tantas ocasiones que todo acto electoral debe ser un momento propicio para iniciar un examen de conciencia colectivo, en el que se tiene que proponer como sociedad metas cada vez más exigentes, que nos estimulen a crecer en la cultura del diálogo y el encuentro. Es lo que debería propiciarse cada vez que se convoca a elecciones dentro del ejercicio democrático que propende a poner de manifiesto las libertades políticas y civiles.

En relación a esta práctica democrática que nos posibilita ejercer el derecho de elegir nuestros representantes, no podemos dejar de mencionar lo expresado oportunamente por el presbítero Francisco Pons sobre lo que deben ser las elecciones en base a un documento de la Conferencia Episcopal Argentina titulado ’Las elecciones, exigencia de compromiso ciudadano’’ publicado hace ya un tiempo, en ocasión de una compulsa similar a la de hoy en que la ciudadanía debía decidir el destino del país votando a una u otra fuerza política del momento.

El señalado documento episcopal sostiene en primer término que las elecciones periódicas y la alternancia en el ejercicio de las funciones de gobierno son elementos normales y al mismo tiempo indispensables de la vida republicana. Como tales, no habrían de encender violencias o generar enfrentamientos irreductibles. También deberían ser una oportunidad para fortalecer un mayor compromiso de todos los ciudadanos con lo público.
Por otra parte indica que el proceso electoral es una preciosa oportunidad para un debate cívico acerca del presente y del futuro que deseamos para la Argentina.

Es necesario crecer en madurez para que un cambio de autoridades no signifique una crisis sino una alternativa normal de la vida democrática.

En ese sentido, a través del documento, se ha venido invitando a los candidatos a ofrecer sus propuestas sin incurrir en agresiones. Tratándose con respeto y cordialidad de tal manera que puedan continuar dialogando y trabajando juntos para el bien común, al día siguientes de la elección.

Las elecciones también deben propender a que alcancemos un adecuado nivel de madurez cívica, donde en temas importantes y permanentes sea posible acordar entre los distintos partidos y sectores sociales políticas de Estado que se desarrollen más allá de los cambios de gobierno. En este marco se señala finalmente que hay objetivos que deberían ser compartidos por todos como: la superación de la marginación y la pobreza extrema; la desnutrición infantil; la generación de fuentes de trabajo; el respeto de los derechos humanos y la defensa de la vida; el fortalecimiento de una educación inclusiva y de calidad; la lucha contra el narcotráfico y la trata de personas; la disminución de la inflación que impide el crecimiento y erosiona gravemente los ingresos de los más pobres; la transparencia de la administración pública y la lucha contra toda forma de corrupción.