Es la leyenda viviente reconocida en el mundo de la danza internacional y supo, junto a Julio Bocca, popularizar la disciplina en el país. Aunque Eleonora Cassano se retiró profesionalmente en 2012, sigue teniendo una intensa actividad desde otro lugar, el de la docencia, la formación y la gestión. Durante sus giras por Argentina, viene compartiendo su experiencia y pasión por la danza a través de masterclasses y eventos especiales por el territorio nacional y en esta oportunidad, la maestra visitó la provincia este fin de semana como jurado de Aldanzar 2025. La artista miró y evaluó a cientos de niñas y jóvenes sobre el escenario del Teatro Sarmiento, consciente que ella, en otra época, estuvo en ese lugar, el escenario, al que siempre extraña y adora. Cassano sigue siendo una fuente de inspiración para futuras generaciones de bailarines y con DIARIO DE CUYO reveló cómo interactúa en este tipo de competencias.

– ¿Cómo se siente estar de este lado, después de tantos años de vivir arriba de los escenarios?
– Sí, así es. Estoy acá justamente para el festejo de los 20 años del concurso. Es la primera vez que participo y la verdad que recién termino de ver como 120 niñas. No hubo ningún varón. pero estoy muy contenta. Me gusta hacer esto, si bien es una nueva etapa en mi vida, el hecho de ser jurado y de hacer masterclass, ser maestra, lo disfruto. Soy superdedicada y me encanta ofrecer lo que fui aprendiendo en el transcurso de toda mi carrera. Pero eso no quita que no extrañe estar arriba del escenario, se extraña. Con la vida que tuve, con la carrera que tuve totalmente inesperada, la verdad que yo no aspiré a vivir todo lo que me tocó vivir. Creo que hay que apoyar a las demás una vez que llegás. Soy super feliz con todo con lo que logré y pude aunar estas dos cosas, lo personal y lo profesional, de poder estar con mis hijos, sin descuidar ser madre y ser bailarina.

– ¿Qué rumbo está tomando la escena de la danza clásica actualmente? ¿Lo ve con preocupación o con optimismo?
– Mirá, hay dos situaciones. En nuestro país siempre surgen muchos talentos naturales, aunque no tengamos escuelas tan marcadas o tan definidas que nos permita destacarnos más, como en el fútbol sí pasa. Nos destacamos en forma individual y cuando vamos al grupo, creo que esta última vez con Messi y con lo que ocurrió en el Mundial de Qatar, se demostró que funcionamos muy bien como grupo.

“Soy superdedicada y me encanta ofrecer lo que fui aprendiendo en el transcurso de toda mi carrera. Pero eso no quita que no extrañe estar arriba del escenario, se extraña”. 

– ¿Pero históricamente el ballet se ha caracterizado como una disciplina individualista?
– Sí, es muy individualista. Cuando doy clases les digo a las chicas ‘el ballet es absolutamente individual’, aunque se trabaja muchas veces en forma grupal, pero el progreso diario es individual. Por un lado está esta cosa de que los bailarines argentinos nos destacamos siempre en forma individual. Hay excelentísimos bailarines dispersos en todo el mundo como primeras figuras. Eso habla muy bien de nuestro talento. Por otro lado, lo que noto en mis viajes por las provincias, me encuentro con las escuelas de danza que siento un deterioro que se va pasando de boca en boca o de piernas en piernas. Muchas se van mudando de la danza clásica y no está bueno. Cuando comienzan a estudiar, a los pocos años se reciben de profesoras, pero no está bien enseñado lo aprendió y ahí se ven algunas fallas. Ya quieren dar clases de ballet pero claro, ¿desde qué nivel das clases?

– ¿Esto se da también por algunas tendencias en boga de cruzar otras disciplinas y ámbitos?
Sí, y no solo de la danza teatro, sino la danza se utiliza en televisión, la que se ve en TikTok o en otras redes. En este mundo, todos quieren las cosas rápido. El ballet clásico no es así, empezás de pequeña, y como mínimo son 3 años de estudio y después continuar con otros niveles, eso requiere un largo camino. Pero los chicos de hoy no tienen tanta paciencia y aquí se requiere de trabajo, de constancia y de entrega metódica. Es un tema serio que creo que tenemos responsabilidad, sea como padres y como maestros de seguir inculcando esto. Todo se consigue con esfuerzo, nada es instantáneo.

– Detectó la falta de varones en esta competencia ¿qué síntoma está indicando?
– Es un tema a resolver. En todas las masterclass, siempre puedo tener unas 50 nenas pero por suerte logro dos varones. Esto sucede en todos lados.

– ¿Hay varios factores que operan en este panorama?
– Sí, por cuestiones sociales, culturales, aspiracionales. Sigue existiendo esta cosa de los prejuicios. En las provincias se profundiza porque es común ver cómo las nenas van a estudiar danza y acompañan los hermanitos, pero hasta que decide el papá y empieza a dudar y cuestionar. Es terrible, porque claramente un varón no se va a volver gay porque haga ballet. Si es por cuestión de mandatos sociales o familiares, creo que son ambas cosas.

– ¿Cómo recuerda esa fórmula imparable que estableció con Julio Bocca, su ‘marido artístico’?
– Lo que se dio en nosotros fue como una química bárbara y generamos algo especial en el público. El público sigue buscando estas imágenes nuestras, imágenes nuestras tan fuertes que hoy no se encuentran. Creo que es difícil que se repita algo así. Fue algo muy especial, hubo un antes y un después en el ballet y en la danza de nuestro país. Antes que nosotros no se conocían otras figuras, aunque tuvimos grandes como Fontella, Liliana Belfiore y otras, pero no a nivel popular. Pero lo que nosotros logramos con Julio, fue un desarrollo popular increíble. Sí noté otras cosas con Marianela Núñez, es una bailarina exquisita, yo diría una de las mejores del mundo, pero no se la conoce tanto. Es una lástima que ya ella está casi en el final de su carrera, con 42 años, pero sigue bailando maravilloso.

– Con tanta carrera brillante ¿nunca olvidó de dónde vino, ni cómo fueron sus orígenes?
– Si hay algo que siempre tuve claro, es lo que me tocó vivir. La danza me permitió ser conocida, pero eso no era mi realidad. Hoy vos me ves y estoy como una sweet divina. Cuando vuelvo a mi casa, que gracias a Dios tengo una linda casa, vuelvo a ser yo. Nunca olvidé de dónde vengo y quien soy. Mi mamá era de clase media baja, cuando empecé a bailar, no tenían plata para comprarme las zapatillas. No llegaban a fin de mes y tuve la suerte de, cuando mejoró la situación económica, sigo siendo la mujer de zapatillas, con la cara lavada.