Tras casi dos años de una guerra que desangra la Franja de Gaza, la noticia de un posible avance hacia la paz devuelve algo de oxígeno a una región exhausta. Los negociadores de Israel y de Hamás iniciarán el próximo domingo un diálogo indirecto en Egipto, en torno al plan impulsado por el presidente estadounidense Donald Trump para poner fin al conflicto y lograr la liberación de los rehenes israelíes aún en manos del movimiento islamista palestino.

El anuncio se produjo después de que Hamás manifestara su disposición a liberar a los 48 rehenes retenidos en el enclave, en el marco de la propuesta de cese del fuego planteada por Washington. Este gesto, aunque aún insuficiente, representa un punto de inflexión en un conflicto donde las treguas han sido efímeras y la diplomacia, muchas veces, solo una palabra vacía.

Mientras tanto, el eco de la guerra resuena en distintos rincones del mundo. En Buenos Aires, miles de personas marcharon el martes pasado bajo la consigna ‘Basta de genocidio en Gaza”. La movilización, que unió a organizaciones sociales y agrupaciones políticas de izquierda, recorrió el trayecto entre el Congreso y la Plaza de Mayo, en reclamo de un alto el fuego inmediato y del respeto a los derechos humanos del pueblo palestino.

Por su parte, Trump afirmó ese mismo día que existe una ‘posibilidad real” de alcanzar un acuerdo para detener las hostilidades. Un equipo estadounidense ya participa de las conversaciones indirectas en Sharm el Sheij, en Egipto, intentando destrabar los puntos más sensibles del entendimiento. Detrás de ese esfuerzo también hay un interés estratégico: Estados Unidos ha destinado cerca de 22 mil millones de dólares en ayuda militar a Israel desde los ataques de Hamás que desataron esta guerra, según un informe reciente de la Universidad de Brown.

Las esperanzas, sin embargo, se enfrentan a la cruda realidad. Las autoridades palestinas aún advierten obstáculos en varios puntos del acuerdo y reclaman garantías concretas para que el plan no se convierta en una mera pausa antes de una nueva ofensiva. Aun así, el simple hecho de volver a hablar de paz ya representa un cambio sustancial. Si las palabras logran abrir paso a los hechos, el mundo podría ser testigo, al fin, del primer paso hacia el fin de una de las guerras más dolorosas y persistentes de nuestro tiempo.