Son las seis de la mañana y el paisaje pasa rápido por la ventanilla de la camioneta. Aún es de noche y afuera el frío corta el aliento. Mientras la charla se comparte con mates amargos, medialunas y semitas, el sol comienza a salir y las montañas con rastros de historia dejan atrás la ciudad. Entre el equipo académico y el enviado de DIARIO DE CUYO, hay cinco personas a bordo. La Ruta 150 conduce al grupo hasta la entrada del Parque Ischigualasto, donde aguardan ansiosos trece chicos de 6 a 14 años de la escuela José Ignacio Fernández de Maradona, junto a su seño y la directora. Son de Baldes del Rosario, una localidad ubicada apenas a 30 kilómetros de allí. Y, aunque parezca increíble, algunos de ellos están visitando el Parque por primera vez en su vida. Es una actividad especial que organizó el Museo de Ciencias Naturales de la UNSJ, en el marco del pasado Día Internacional de los Museos.

El animador de la primera parte de la visita es Dino, un hombre disfrazado de dinosaurio. Los chicos lo miran sonrientes. Es la mascota del lugar. Luego de desayunar, los peques corren a fotografiarse junto a las letras gigantes que forman Ischigualasto. Es apenas el inicio de una jornada inolvidable. Llegan las presentaciones del equipo del Museo. Los chicos escuchan atentamente y aceptan el trato con los especialistas: ‘Hacer todas las preguntas que quieran, ya que todas son importantes’.

Mirada (pre)histórica. Los alumnos aplicarán todo en diferentes materias.

Precisamente la sede del Museo de Ciencias Naturales en el Parque es la primera escala. Los alumnos observan cada detalle de la flora y fauna del lugar además de un video explicativo del origen de los continentes. ‘Ustedes también nos pueden enseñar cosas’, indica Juan Drovandi, miembro del equipo académico, al escuchar las respuestas sobre el uso de la vegetación y la alimentación y costumbres de algunos animales del pueblo de los peques. ‘El retamo lo usa el papá para hacer cera, la madera tiene brillo’, cuenta entonces Alejandro, de 9 años. ‘El algarrobo tiene semillas, las molemos y las cocinamos’, agrega Benja, de 14, y pregunta si las aves tienen que ver con los dinosaurios.

Allí interviene la geóloga Carina Colombi, una de los profesionales que motorizaron esta experiencia para los chicos, entre quienes están los que nunca antes habían visto ese paraíso paleontológico del que prácticamente son vecinos. Colombi les revela entonces que el suri es el antepasado del Velocirraptor: ‘Con el tiempo, se fue adaptando al perder los dientes, formarse el pico y desarrollarse las plumas’, cuenta, y todos la escuchan atentos.

Paleontólogos por un día. Vivieron el trabajo de los investigadores de la UNSJ.

‘Esta herencia de los dinosaurios es de ustedes, tienen que estar orgullosos de vivir tan cerca de un lugar que visitan paleontólogos de todo el mundo’, agrega Colombi tras explicarles la definición de fósil y cómo se extrae.

A Alejandro se le nota un brillo especial en los ojos al escuchar esta frase y una atención fuera de lo común para su corta edad. ‘¿Cualquiera puede ser paleontólogo?’, consulta el pequeño y recibe la respuesta afirmativa que esperaba. ‘Sí, solamente hay que tener ganas de estudiar y ser muy curioso, ¿a vos te gustan las lagartijas?’, repregunta Colombi y ante el sí del pequeño, le cuenta que en Ischigualasto vivía el abuelo de todas las lagartijas: el Taytalura alcoberi.

Sigue el juego de las adivinanzas para hacer más divertido el aprendizaje y ante la pregunta de Alejandro, la especialista responde: ‘Acá vivió el dinosaurio más antiguo del mundo: el Eoraptor lunensis, que significa ladrón del amanecer del Valle de la Luna, porque se robaba los huevos de otras especies’.

Los alumnos se sorprenden nuevamente al enterarse de cómo pudieron haber muerto los dinosaurios que observan tras un cristal. ‘Por la posición de estos fósiles al encontrarlos, interpretamos que eran bebés y murieron atrapados en una cueva que se les desmoronó encima, ese otro puede haber muerto en una inundación’, indican los especialistas.

Reparador. Los chicos pararon para almorzar en el Café del Museo, un emprendimiento autosustentable.

‘¿Sabés qué había ahí?’, pregunta Drovandi señalando el interior de un cráneo. ‘Sí, el seso’, responde risueño Eduardo, de 11 años con toda naturalidad. ‘¿Y qué comen los herbívoros’, repregunta Drovandi. Desde el fondo se escucha la voz de la más peque del grupo, Rosita, de seis años: ‘Comen plantas’ y recibe los aplausos de todos.

Pasa la mañana entre más preguntas y respuestas. ‘Es increíble, a veces piden ir al baño como excusa porque se aburren pero ahora no, ninguno quiere irse’, comenta entre risas la docente Adriana Sánchez.

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PASEO POR LA PREHISTORIA

Hora de empezar el recorrido por el interior del Parque. Ya son las once de la mañana y el termómetro baja a ocho grados, aunque la térmica indica un par menos. Los chicos suben a la camioneta que les proporcionaron desde Ischigualasto y avanzan hasta la primera parada: Valle Pintado. Allí contemplan el paisaje y se sorprenden nuevamente al ver la variedad de colores que lo invaden. ‘¿Por qué no se puede pasar la baranda y caminar por ahí?’, pregunta Eduardo. ‘Para no dañar fósiles que pueden estar en cualquier lugar’, responde Colombi.

Algunos sacan fotos con sus celulares, otros simplemente observan la inmensidad en silencio. Siguen viaje hasta la Cancha de Bochas. Tras recorrer los 400 metros de la pasarela de madera que lleva hasta el mirador, Valentina, de 11 años, cuenta que le gusta jugar al ajedrez y que las formas del valle le recuerdan a algunas del juego.

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La próxima escala es el Museo de Sitio William Sill, en el que los peques aprenden cómo se desarrolla una campaña. ‘Es el campamento de los especialistas para encontrar restos fósiles’, cuenta Colombi. En el medio del museo y bajo la inmensa cúpula que deja ver el cielo nublado, hay un campamento en miniatura. Los chicos aprenden los secretos de desenterrar y preservar fósiles.

El tiempo pasa y ya son las trece. Hora de comer. Se sientan a la mesa, formada por otras mesas más chicas y luego de dar ‘las gracias’ rezando con los ojos cerrados y las manos juntas, almuerzan empanadas y sánguches con gaseosas. Nuevamente dan las gracias y se preparan para lo que viene.

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La jornada se acerca a la despedida pero aún queda conocer El Hongo. Al bajar de la camioneta, los chicos contemplan la famosa formación geológica con la imponente pared rocosa colorada como telón de fondo. Luego de las clásicas fotos, corren hasta un lugar donde los especialistas les explican las características del suelo y las rocas y los hacen comparar el tamaño de dos estructuras fósiles con sus propios cuerpos.

Alejandro vuelve a demostrar su curiosidad innata y cuenta que le gusta llevar bichitos a la escuela para estudiarlos. ‘Son las mantis, me hacen acordar a los dinosaurios, cuando sea grande quiero ser paleontólogo, ya me decidí’, cuenta mientras el resto de sus compañeros corre hacia la camioneta para regresar a casa. Son las quince y el frío vuelve a cortar el aliento. Misión cumplida.

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El viaje fue un punto de partida para una experiencia de educación integral

Yolanda Mercado es la directora de la escuela José Ignacio Fernández de Maradona, de Baldes del Rosario, Valle Fértil. Cuenta que vive en una de las localidades más próximas a Ischigualasto y cada año, la escuela hace visitas guiadas a Ischigualasto.

‘Los alumnos aprenden algo más en cada viaje, se despierta en ellos el interés por conocer su historia’, señala la directiva escolar. Y muestra entusiasmo especial por los chicos que recién ahora conocen ese lugar increíble, pese a vivir tan cerca.

Luego, continúa Mercado, planifican actividades en la escuela. Por ejemplo, cuenta, se utilizan situaciones transversales. ‘La experiencia de la visita se trata de utilizar en materias como Matemática, por ejemplo, en relación a los años de cada especie encontrada con operaciones de cálculo, trabajo con datos estadísticos, etc’. A su vez, en Lengua, con la producción escrita, inventan cuentos. ‘Hace dos años, los chicos inventaron un cuento sobre la Luna’, destaca.

En síntesis, ‘se trata de relacionar la visita al Parque Ischigualasto con lo que permite el espacio curricular en Lengua, Matemática, Ciencias Sociales y Naturales y cada docente hace su aporte para eso’, finaliza la directora.