La producción y venta de productos falsificados es un problema mundial que moviliza miles de millones de dólares al año y tiene graves repercusiones económicas y sanitarias para los gobiernos, las empresas que fabrican y comercializan los insumos originales y finalmente los consumidores. El problema de la falsificación está en todos los niveles de consumo y es difícil distinguir a primera vista una falsificación.

Muchas veces es el propio usuario quien favorece el crecimiento de la delincuencia organizada, al volcarse a las ofertas a precios imbatibles sin advertir que compra una imitación muy bien presentada como si fuese un producto original. Lo más grave es que en estos ilícitos se ataca a la salud mediante la venta de medicamentos falsificados, carentes de las fórmulas originales y por ello pueden llegar a causar la muerte.

Es que la compra de productos farmacéuticos fraudulentos puede ocultar los riesgos que se manifiestan a largo plazo, como casos de discapacidad y contribuye al aumento de las enfermedades resistentes a los fármacos, por ejemplo los antibióticos. La OMS estima que hasta un 1% de los medicamentos que se venden en los países desarrollados son fraudulentos. La cifra se eleva al 10% en naciones emergentes, mientras que en zonas de Asia, África y América latina la cantidad asciende hasta un 30% del mercado.

Las empresas y comercios más afectadas por las falsificaciones están situadas principalmente en EEUU, países de la Unión Europea, Japón y Corea del Sur, pero un número creciente de otras economías se ven afectadas, según un reciente informe de de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y de un instituto especializado en el seguimiento de la piratería.

Las incautaciones aduaneras señaladas en el informe muestran los principales países y regiones de donde proceden las falsificaciones, como China, Hong Kong, Emiratos Árabes Unidos, Turquía, Singapur, Tailandia, India y Malasia, ya sea por la fabricación o los procesos de re etiquetados para los diferentes destinos y vulnerar controles fronterizos.

El crecimiento de las falsificaciones se debe en parte a los envíos postales, las ventas por internet y las zonas de libre comercio establecidas en diferentes países. Frente a las mafias, la industria legítima aumenta el precio de sus productos para compensar las pérdidas y, finalmente, el consumidor es el verdadero damnificado.