La Declaración de la Independencia en el Congreso de Tucumán el 9 de julio de 1816 no fue una formalidad simbólica sino documentar la naturaleza del movimiento emancipador de Mayo, en línea con las revoluciones democráticas que se sucedieron en Hispanoamérica entre 1809 y 1811. Fue la forma de dar identidad al concepto de "Patria Grande” que animaba a los visionarios de "Provincias Unidas en Sud América” y dar validez política a las gestas libertadoras.

Por eso el verdadero inspirador del Congreso de Tucumán fue José de San Martín, quien expresó su preocupación por la ausencia de un acto que estableciera el basamento republicano. El Padre de la Patria, en una carta dirigida al diputado Tomás Godoy Cruz, en abril de ese año, le decía: "Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia. No le parece a Ud. una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos. Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes. Esté Ud. seguro de que nadie nos auxiliará en esta situación”.

El cónclave de Tucumán fue también de trascendencia continental porque tuvo un encuadre de carácter americanista, ya que hasta 1816 sólo las Provincias Unidas del Sur eran las únicas libres de toda dominación española. San Martín ya organizaba su epopeya libertadora pero para ponerla en marcha le faltaba lo que llamó "el evangelio de los derechos del hombre” a fin de concretar sus objetivos de asegurar la independencia no sólo de su Patria sino de Chile y Perú.

Sesionar en Tucumán no fue tarea fácil, empezando por la incomunicación, ya que tardaba entre 30 y 40 días el viaje desde Buenos Aires a la población norteña, pero mucho más por el contexto político. Además de los enfrentamientos internos como el del Litoral con Buenos Aires al sumarse a la Liga de los Pueblos Libres junto con la Banda Oriental liderada por Artigas, que no enviaron representantes a Tucumán, la decisión criolla fue una auténtica patriada.

El peligro acechaba tras el fracaso de la primera acción revolucionaria en Venezuela y Nueva Granada, la represión del intento revolucionario chileno y la consolidación del bastión realista en Perú. Convocar a los pueblos del continente a sumarse a la cruzada libertadora implicaba riesgo de muerte. Juan José Paso, conversando con vecinos y congresales en la noche de ese 9 de julio de 1816, señaló que la Declaración significaba la victoria definitiva o la decapitación. Así, en medio del peligro, nació una nación soberana.