Una buena parte de la argumentación con que los humanos evaluamos el mundo e interactuamos con él suelen ser lugares comunes, muy poco ajustados a la realidad. Es el caso de la fuente de riqueza de un país, la que generalmente es atribuida a la extensión y fertilidad de su territorio. Sin embargo, los hechos no corroboran tal suposición. Hoy, la primera economía mundial es Estados Unidos, seguida por China. Pero hasta 2011 era Japón quien ostentaba ese segundo puesto (hoy tercero). Se debe tener en cuenta que Japón tiene muy pocos recursos naturales, un territorio acotado y acosado por sismos con sus consecuentes tsunamis, en una región de históricas inestabilidades geopolíticas, entre otras situaciones adversas. Sin embargo, están regidos por una cultura del trabajo, la que los hace confluir siempre con la prosperidad. Considérese, como ejemplo, al continente africano globalmente, que con todos sus recursos y extensiones, es no obstante superado por Japón en lo económico.
Argentina ha basado mucho de su autoimagen en el poco acreditado lugar común del "país rico". No obstante, es mundialmente reconocido que el país tiene productores ganaderos modelo tanto en sus técnicas, como en su experiencia y pujanza. Y pese restricciones y dificultades de todo tipo que deben afrontar, alimentan al país y exportan, generando así además recursos decisivos. Pero esta configuración productiva, hoy clave, estaría entrando en zona de redefiniciones merced a nuevos recursos de la tecnología. En concreto, ya se está industrializando la producción de carne sintética o cultivada. Se parte de una pequeña muestra de un tejido animal, que se reproduce mediante procesos industriales. Tanto el valor proteico como el gusto se conservan, con el beneficio de que no se ocupan grandes extensiones de tierra en la crianza de animales, tampoco existen los costosos gastos en inseminación, vacunas y veterinaria, como así tampoco el gran consumo de agua requerido por todo este proceso. Deberían sumarse, además, erogaciones onerosas como gastos de personal, transporte de animales, etc. La producción industrial de carne elimina estos requerimientos y desembolsos. Y a pesar de que en un principio esta elaboración no era económicamente viable, hoy ya lo es. En este mes de noviembre la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU ha autorizado por vez primera un producto cárnico industrial para consumo humano. Evidentemente estamos a las puertas de una verdadera revolución en el panorama alimenticio. Y la velocidad de este cambio dependerá del descenso de costos de los nuevos procesos y de las necesidades. Dentro de no mucho tiempo absolutamente cualquier país podrá competir con el nuestro en producción cárnica. Hoy, el sector ganadero argentino es fundamental y en todo sentido, pero el futuro que lo espera será muy diferente del actual. La reconversión del sector se presenta como ineludible, que es de esperar que por su trascendencia tenga el absoluto acompañamiento del Estado.
