El sector de los bicombustibles, y en especial el del biodiesel, ha sido y sigue siendo en nuestro país una de las actividades económicas con mejor desempeño relativo durante los últimos años. De ahí que apostar más decisivamente a esta producción traerá muchos beneficios en materia de sustitución de los combustibles fósiles y de la diversificación de la matriz energética nacional, acompañado de un beneficio que está asociado al cambio climático ya que está comprobado que los biocombustibles son menos productores de gases de efecto invernadero originados en el sector del transporte.


Hay que tener muy en cuenta que actualmente la Argentina está primera en el ranking de países exportadores de biodiesel y tercera en la lista global de productores, luego de Estados Unidos y Alemania. Un lugar de privilegio al que se ha llegado dentro de un contexto internacional promovido por las políticas de fomento al uso de biocombustibles implementadas en más de 30 países del mundo, pero en el que está siendo permanentemente amenazado por las grandes potencias que ejercen presiones proteccionistas, en un contexto de crisis internacional, y requisitos ambientales crecientes en sus mercados.


La gran cantidad de productos oleaginosos con que cuenta el país para la producción de bicombustibles contrasta con el debate internacional que suele plantearse en relación a la sostenibilidad de estos combustibles. Es muy alta la eficiencia en la obtención de materias primas, la disponibilidad de tierras y saldos exportables de alimentos que le permite obtener biocombustible y alimento simultáneamente. Todo esto es lo que se tiene que aprovechar plenamente, dentro de una política nacional, para llegar con un producto limpio, eficiente y barato a todos los sectores vinculados con la producción, tanto de maquinarias agrícolas como medios de transporte.


Las posibilidades de que los biocombustibles se conviertan en un producto nacional están dadas por las mismas materias primas que corresponden a productos que se dan en distintas regiones. Por ejemplo para obtener etanol se utiliza la caña de azúcar, cereales en toda su variedad y el betabel (también llamado remolacha de azúcar). Mientras que para el biodiesel se lo hace a partir de aceites vegetales o animales, a los que se llega a través del procesamiento de excedentes de la producción de varios granos.


Los residuos urbanos en general también sirven para producir biocombustibles de segunda generación y es otra alternativa que tenemos en el país, muy beneficiosa ya que está comprobado que mediante este sistema se puede llegar a reducir en un 30% los restos que acaban en vertedero. Además su combustión emite un 97% menos de CO2 que los carburantes fósiles.