El atentado perpetrado el jueves en la noche contra la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, es un hecho de una gravedad institucional sin precedentes que no se puede concebir, dentro de un régimen democrático que se está intentando consolidar en el tiempo y que hay que seguir cuidando para que la Argentina sea el país en el que se pueda vivir en paz, libertad y tranquilidad.

Si bien la Nación atraviesa por duros momentos económicos y financieros, esto no debe ser motivo para que la paz social se vea afectada y mucho menos para que la violencia sea el lenguaje habitual con el que muchos sectores intentan imponer sus ideas y convicciones.

Son los dirigentes de los distintos sectores que conforman la vida nacional los que deben concentrarse en tratar de resolver, por las vías adecuadas, los problemas más acuciantes que afronta el país. Para ello deben dejar de lado el estado de discusión permanente que no contribuye en nada a la solución y que en la mayoría de los casos derivan en agresiones verbales que mal predisponen y que hacen que la grieta se ponga de manifiesto, dividiendo al país en vez de conducirlo hacia la unidad, que es lo que la Argentina requiere ahora más que nunca.

El hecho de que la democracia se necesita como el aire no es sólo una frase o una metáfora ocurrente, se trata de la necesidad de consolidar este sistema político como un estilo de vida capaz de garantizar, además de las libertades individuales, la posibilidad de que el país se consolide y crezca en un marco institucional basado en el orden y el respeto. Es en este ámbito en el que todos los argentinos debemos reencontrarnos para hacer que el país avance por el buen camino y no caigamos en el estado de confusión en el que habitualmente nos sumergimos, alentados por una dirigencia que no está enfocada en los auténticos problemas de la Nación y que divaga en discusiones estériles que por lo general son de carácter político.

La democracia no estará a salvo si no evitamos todas aquellas conductas o comportamientos que hacen que los argentinos estemos cada vez más divididos, como también si no se hace una reasignación de roles dejando que la actividad privada sea la encargada de generar la riqueza del país y que el Estado se dedique a administrar lo que le corresponde. Es el sector privado el que, con claras reglas de juego y con los incentivos apropiados, generará trabajo y parte de la riqueza con la que el Gobierno debe hacer funcionar sus instituciones. Este es el esquema que garantiza un Estado ordenado, la paz social y la libertad que anhelamos.