La esperada ley 25.989, que regula el sistema de donación de productos alimenticios para el consumo humano, que se desechan por inconvenientes productivos y de estrategia de comercialización, fue sancionada por el Senado de la Nación luego de sortear chicanas políticas ideológicas de la izquierda parlamentaria.


La norma, conocida también como Ley Donal, posibilitará atender las necesidades de millones de argentinos en situación de pobreza y riesgo alimentario, además de contribuir al cuidado del medio ambiente. La última modificación introducida por la Cámara alta deslinda de responsabilidades a empresas y particulares donantes, siempre que las entregas cuenten con los controles bromatológicos exigidos por el Código Alimentario Argentino.


Alrededor de 16 millones de toneladas de comida apta para el consumo se arrojan anualmente a la basura en nuestro país. Si tan sólo se pudiese rescatar el 10% de lo que las fábricas y supermercados consideran desperdicios, se podría alimentar a cinco millones de personas que no tienen asegurado un plato de comida diario. Es otra de las crueles contradicciones de una nación productora mundial de alimentos.


La Ley Donal será bienvenida en los 15 bancos de alimentos existentes en el país. Son entidades civiles sin fines de lucro que se encargan de solicitar donaciones de productos que son almacenados y clasificados para ser entregados a organizaciones comunitarias. Este trabajo admirable, que implica recorrer firmas productoras y distribuidoras, supermercados, mercados concentradores frutihortícolas y rubros de la alimentación, para conseguir donaciones, evitó el desperdicio de 85 millones de kilos de comida entre 2003 y 2017, según los directivos.


El kirchnerismo y los partidos de izquierda demoraron la ley con una torcida convicción de la dignidad humana, oponiéndose a que los pobres coman sobras y desperdicios. Nada más absurdo, ya que lo que se tira es por estacionalidad -el pan dulce es un ejemplo-, etiquetado incorrecto, poco éxito de ventas, problemas de packaging, corta fecha de vencimiento, o imagen publicitaria negativa.


La lucha contra el hambre es un problema moral en la Argentina: sobran alimentos y se desperdician en condición de uso mientras los comedores comunitarios no dan abasto por el 27% del índice de pobreza. Pero el progresismo prefiere que una lata de conserva mal etiquetada vaya a la basura antes que al plato del pobre.