La penetración de la droga ha llegado a lo más profundo de la sociedad argentina, hasta corromper la vida institucional involucrando a funcionarios y policías corruptos que deben velar por la seguridad de los pobladores. La maraña del narcotráfico busca, precisamente, la complicidad que les dé protección en los sectores permeables al ilícito gracias al poder económico, logrando zonas liberadas para el siniestro negocio.

Nuestra provincia no es una isla en un país infectado por los narcos y aquí la droga sigue avanzado con impunidad sorprendente, no obstante las dependencias especializadas en la lucha contra el flagelo, tanto de la Gendarmería Nacional como de las policías Federal y de San Juan. También los organismos destinados a crear conciencia sobre la gravedad y atender las consecuencia de las adicciones peligrosas.

Sin embargo el panorama se ha deteriorado aún más por la presencia de la droga en las escuelas, el blanco preferido de los traficantes por la vulnerabilidad de los chicos. El obispo coadjutor, monseñor Jorge Lozano, en diálogo con este diario, ha dado un diagnóstico estremecedor del impacto social tras recabar datos en sus recorridas por la diócesis.

Señala que en el 90% de las iglesias consideran que la droga es el principal problema social que se observa y se lo refieren recordando que hasta hace cinco años preocupaba a los sacerdotes que la droga estuviera vendiéndose a dos cuadras de las escuela. Hasta hace un par de años ya comercializaba en la esquina o en la puerta de los colegios, pero ahora la venta es adentro y los mismos chicos la intercambian a veces en el baño o en el aula. 

Lozano sostiene que esto no tiene que ver con un mayor o menor poder adquisitivo, porque la droga es transversal a todas las clases sociales, pero repercute de manera más cruel en los pobres, carentes de buena salud y la alimentación y menos condiciones de vida digna.

Mientras está sonando la alarma, la marihuana y la cocaína se comercializan ampliamente y en algunos sectores más acomodados también se accede a las drogas sintéticas. Prueba de ello es el descubrimiento de más de 200 pastillas de éxtasis en poder de un joven, la mayor cantidad en la historia delictiva local.