Corría el año 1985 cuando Bolivia alcanzó una hiperinflación de 11.749% anual. La propagación de la pobreza con velocidad eléctrica y las necesidades más básicas no cubiertas, dejaban al país ante graves peligros. En elecciones anticipadas es elegido Víctor Paz Estensoro (1985-1989), que tomó medidas racionales que la población acompañó, dado que ya conocía la alternativa. Por ejemplo, se instauró la unificación cambiaria, se liberaron los mercados laborales y de bienes y servicios financieros, acotando a la vez el enorme déficit fiscal. Esto último significó congelamientos salariales y suspensión de inversiones públicas, que fueron aceptados por una sociedad que deseaba salir del caos y de la devastación de su presente y futuro. Esta mecánica de austeridad y equilibrio dio sus resultados al poco andar. De una inflación de 3 dígitos mensuales pasaron a 2 anuales para 1986. Poco a poco Bolivia, años mediante, comenzó a crecer hasta alcanzar una tasa notable de 4%, promedio anual. La estabilidad y la libertad alcanzadas hicieron que la inversión extranjera arribara para consolidar y aumentar el crecimiento. Internacionalmente se elogió la disminución de la pobreza y la modernización lograda en diversos sectores.

Cuando asume como presidente Evo Morales (2006-2019) decide estatizar diversas empresas de capitales privados, entre ellas las energéticas. No obstante, Bolivia siguió preservando sus índices económicos, lo que le garantizaba crecimiento y una moneda estable. Pero, paulatinamente las empresas estatizadas comenzaron a producir cada vez menos. Es el caso del gas, cuando en 2015 producían 22 millones de metros cúbicos diarios, y actualmente sólo 15,4.

La baja de producción llegó al punto en que Bolivia ahora importa más combustibles de los que exporta. Lo que en abril de 2022 pareció ser un dato excepcional, superable en breve, se transformó en una constante.

En concreto, la exportaciones gasíferas no logran cubrir las importaciones de combustibles (líquidos) y lubricantes. Los expertos son contundentes al respecto, aluden a que se trata de que el Estado boliviano no invirtió lo necesario en exploración de gas, ya que no pasa demasiado tiempo para que se agoten las explotaciones en curso. Y resulta inevitable que con menos exportaciones ingresen menos divisas. 

A ese déficit que transita, Bolivia lo estaría sufragando con su Banco Central. Las reservas de esta entidad, con las que respaldaban su economía, en 2015 ascendían a 15.123 millones de dólares. En febrero de 2023 habían descendido a sólo 3.538 millones.

Ante el panorama trazado, y a pesar de tener una inflación que ronda sólo el 3% interanual, la población comenzó temer por sus ahorros, tratando de preservarlos apelando a la adquisición de dólar billete. No se estaría tratando de una psicosis colectiva, el gobierno de Luis Arce ha reconocido "una iliquidez de dólares”. Otra lección más de que no es el distribucionismo, sino la producción creciente lo que hace a una nación próspera y estable.